MIS NOVELAS DE MISTERIO


"Sombras del Misterio: Enfrentando la Oscuridad Eterna"

Sinopsis:


En "Sombras del Misterio: Enfrentando la Oscuridad Eterna", los hermanos Diego y Miguel se adentran en una aventura llena de intriga y secretos. Desde el inicio, cuando descubren la misteriosa cripta en el cementerio de La Vileta, se ven envueltos en un enigma que los lleva a explorar cuevas, minas y lugares oscuros en busca de respuestas.

A medida que descienden a las profundidades de la oscuridad, enfrentan peligros y desafíos que ponen a prueba su valentía y determinación. Mientras se desenmarañan los enigmas, se ven envueltos en un complot siniestro y se topan con personajes misteriosos que guardan secretos importantes.

Con cada capítulo, los hermanos se acercan a la verdad, pero también se ven arrastrados hacia una red de traiciones y conspiraciones. Atrapados en un mundo de sombras, deberán resolver acertijos, desentrañar enigmas y superar obstáculos para desvelar la oscura verdad que se esconde detrás de todo.

En "Sombras del Misterio: Enfrentando la Oscuridad Eterna", los protagonistas se enfrentan a una carrera contrarreloj, donde cada descubrimiento y encuentro los lleva más cerca de la libertad y la resolución de un misterio que cambiará sus vidas para siempre. ¿Podrán desentrañar los secretos ocultos y enfrentar los peligros en busca de la verdad? El destino de los hermanos y el mundo en el que se encuentran pende de un hilo, mientras las sombras del misterio los envuelven en una lucha épica.

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Capítulo 1 "La Sombra de la Noche"

Aquella noche del 16 de octubre, la luna llena brillaba espléndida en el cielo. Desde la orilla de la costa, era necesario agudizar la vista para divisar a un personaje extraño, montado de rodillas y agazapado sobre la plancha marina, dando paladas con sigilo. Mientras remaba, parecía entablar un monólogo consigo mismo, repitiendo una y otra vez en voz baja: "No me cogerán. A mí no me cogerán".

El ritmo profundo y continuo de su remar demostraba el gran esfuerzo que realizaba. Una ligera capa de sudor cubría su cuerpo, resaltando la potente musculatura de sus brazos bajo la tenue luz de la luna. De repente, se detuvo y permitió que la plancha se deslizara sobre el agua hasta alcanzar una pequeña boya. Luego, giró noventa grados en dirección a la costa y continuó remando.

A medida que se acercaba a la costa, sorteaba con destreza varias rocas y finalmente atracaba en una minúscula playa de arena donde la plancha encallaba. Con sigilo, saltó de la embarcación sin que se oyera apenas el chapoteo del agua. De pie sobre la arena, que cedía ligeramente bajo su peso, permaneció inmóvil y en silencio durante unos minutos interminables. Escuchaba atentamente y escudriñaba a su alrededor. La calma reinante solo se veía alterada por el ligero oleaje rompiendo sobre la fina arena.
Era sorprendente ver a este individuo, de unos treinta años, fornido y alto, vestido de forma tan peculiar. Llevaba una faldón rojo, sandalias sujetas a la pantorrilla con tiras de cuero, un chaleco de piel, un casco metálico redondo, un cinto ancho con una pequeña espada enfundada y una mochila en la espalda. Una vez asegurado de estar solo, repetía su jerga anterior: "No me cogerán. A mí no me cogerán".



Luego se dirigió hacia unos matorrales que parecía conocer de antemano. Retiró unos arbustos y reveló una oquedad en el suelo. Silenciosamente, introdujo la plancha y el remo en ella, abrió la mochila que llevaba a la espalda y sacó prendas de vestir: un pantalón vaquero gris, un polo de manga larga negro y unas zapatillas deportivas. Se vistió rápidamente, se colocó de nuevo la mochila en la espalda y colocó la ropa que se había quitado junto a la embarcación. Con esmero, tapó nuevamente la oquedad con el arbusto y puso una piedra grande en su base para evitar que fuera descubierta por una ráfaga de viento. Satisfecho con su tarea, se quedó inmóvil y atento durante unos momentos más, asegurándose de que no había ningún ruido sospechoso a su alrededor.

Pasados unos treinta minutos, aprovechando la claridad de la luna, el misterioso navegante se adentró en el litoral, siguiendo un pequeño sendero que lo condujo a un bosquecillo de pinos, palmitos, enebros, cornicabras y algunos madroños. Ajeno a todo, continuó su marcha sin apartarse del sendero hasta que se encontró con un muro de piedra seca. Fue en ese momento cuando se detuvo y observó detenidamente. Un olivo enraizado en el muro, cubierto parcialmente por una hiedra y con plantas de alcaparras colgando captó su atención. Se acercó y sin vacilar, comenzó a remover las piedras junto a las raíces del olivo. Absorto en su tarea, no tardó mucho en encontrar una piedra que se movía. La extrajo y en el hueco resultante introdujo la mano hasta alcanzar algo. Sacó el brazo y en su mano había una bolsa plastificada. La observó detenidamente durante unos segundos y luego, agachado, sacó un móvil, un fajo de billetes, una pequeña linterna y un plano del interior de la bolsa. 

Concentrado en guardar el contenido en su mochila, no percibió el movimiento de las ramas en unos matorrales cercanos hasta que uno de ellos produjo un leve chasquido. Se quedó quieto durante unos segundos, luego apartó rápidamente la bolsa, se levantó y sujetó la mochila, quedando en máxima alerta. No se escuchó ningún otro ruido, y todo parecía estar en orden. Con precaución, el navegante se acercó al tronco del olivo para ocultarse en la penumbra. Permaneció unos segundos escuchando atentamente. 

En aquel momento, la oscuridad era casi total, ya que la luna se había ocultado momentáneamente detrás de una nube. Esperó unos minutos hasta que la luna volvió a surgir con esplendor, iluminando con mayor nitidez su figura. Sin embargo, su expresión de triunfo había desaparecido, y en su lugar se podía ver que su rostro estaba trémulo y lleno de temor. Pasaron unos minutos y reinó un silencio absoluto, solo interrumpido por un gruñido gutural apenas audible que salió de la boca del navegante: "Las sombras no pueden haber dado conmigo, la huida ha sido perfecta, no he cometido ningún error"

Intentando calmar la agitación de su corazón, respiró profundamente un par de veces y se alejó ligeramente del olivo. En ese momento, algo oscuro, como una masa negra que parecía surgir de la nada, se abalanzó sobre el navegante con una fuerza descomunal, por lo que perdió el equilibrio y cayó al suelo, pero ágil como un luchador de artes marciales, aprovechó la pendiente del terreno para rodar hasta detenerse en unos setos. Con un alarde de fuerza y agilidad, se puso de pie y comenzó a correr con determinación, zigzagueando de manera frenética. Sin detenerse a mirar atrás, divisó un montículo a su derecha y viró hacia él, llegando a la cumbre. Desde allí, observó el panorama y divisó a lo lejos la luz de un fanal suspendido en el techo del porche de una posesión. Sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia aquel lugar, corriendo con fuerza aprovechando la pendiente descendente del terreno mientras la luna iluminaba el sendero.

Sin embargo, debido a la huida frenética, no se percató de que el suelo se volvía peligroso, lleno de cantos rodados. De repente, resbaló y cayó de espaldas. Se deslizó como si estuviera en un tobogán, intentando desesperadamente agarrarse a algún matorral sin éxito. Finalmente, su cuerpo fue lanzado al vacío desde un precipicio fatídico de unos veinte metros de altura. En el aire, por un instante, agitó los brazos y las piernas, profiriendo un grito de terror. Luego, se oyeron los chasquidos de las ramas y el impacto de su cuerpo contra las rocas del fondo. 

Un silencio total se apoderó del lugar. Sin embargo, una silueta oscura y oculta entre los matorrales, que había presenciado toda la escena, permaneció allí sin hacer ruido.

El grito desesperado y el estruendo de la caída alteraron a los perros de la posesión, que comenzaron a ladrar, despertando a los habitantes de la casa. Alguien salió al porche para calmar a los perros, observando por un rato, pero al no escuchar ningún ruido alarmante, regresó al interior de la casa y apagó las luces.

Una vez que la calma se restableció, la silueta oscura que seguía oculta junto al matorral se movió y desapareció con sigilo, como si se hubiera vuelto vaporosa. Sin embargo, no se había esfumado por completo. Poco después, volvió a aparecer misteriosamente junto al cadáver del infortunado navegante. Observó a su alrededor, escuchó atentamente y, una vez asegurada de que estaba sola, se agachó junto al cuerpo inerte. Le quitó la mochila que llevaba en la espalda y palmeó el entorno en busca de objetos. Revisó el contenido de la mochila y, tan misteriosamente como había aparecido, desapareció de nuevo.

Durante algunos días, la noticia del hombre muerto en extrañas circunstancias generó revuelo en los medios de comunicación locales. Hablaban del accidente de un hombre sin identificar que había encontrado la muerte al caer por una rosaguera en la oscuridad. Sin embargo, como nadie reclamó el cadáver y no se pudo identificar al difunto, el suceso fue perdiendo relevancia.

Capítulo 2 "La Búsqueda en Sa Vileta: Entre el Cementerio y la Cripta de los Secretos"

En los días posteriores, el tiempo en Mallorca cambió drásticamente. El verano interminable dio paso a un ambiente otoñal con lluvias y una ligera bajada de temperatura. En una noche lluviosa del 31 de octubre, el viento silbaba y las gotas de lluvia golpeaban las persianas, interrumpiendo constantemente mi sueño. Pero la tormenta no era la causa real de mi insomnio, había algo más en juego.

Mi nombre es Diego, y como autónomo especializado en decoraciones comerciales, tengo la flexibilidad para combinar mi trabajo con otras actividades. Una de mis pasiones es la fotografía y los videos, que comparto en redes sociales y mi blog personal. También me mantengo en forma ya que juego al tenis regularmente.
Cuando sonó el despertador a las siete de la mañana, sentí una extraña excitación, como cuando empezaba el colegio en mi infancia. Me levanté de un salto, pero eso me produjo un mareo y un dolor en las sienes, además de una desagradable sensación en la boca. Después de una ducha y un café con tostadas, recuperé mi ánimo y energía.
Estaba listo para enfrentar una mañana llena de esfuerzo físico y para disfrutar de mi pasión fotográfica. Por lo general, mi hermano Miguel y yo salíamos juntos los fines de semana y festivos. Pero hoy sabía que no sería una mañana corriente.

Era el 1 de noviembre, una fecha compleja para algunos debido a los recuerdos de los seres queridos fallecidos. Para nosotros, los problemas eran diferentes. Después de años de soñar, hoy finalmente se iba a hacer realidad algo que Miguel y yo anhelábamos.

Revisé mis correos electrónicos y me detuve en uno que tenía marcado como especial. Lo leí una y otra vez. Decía brevemente: "Ok, de acuerdo con la operación, Joan". Luego revisé mis mensajes de WhatsApp y no había nada relevante.

Eran las 7:45 cuando salí de casa y me dirigí al edificio de las Hermanitas de los Pobres, en la calle General Riera, donde había quedado con Miguel para comenzar nuestra aventura.

Mientras esperaba, noté que, a pesar de las lluvias de la noche anterior, la mañana era luminosa y el cielo estaba despejado, luciendo un azul radiante perfecto para tomar fotos con mi cámara Sony. El sol comenzaba a brillar y sus rayos me golpeaban en la cara. Por unos instantes, me quedé absorto en esa sensación apacible y bucólica, hasta que un silbido familiar me sacó de mis pensamientos. Me di la vuelta y vi a Miguel acercándose. Nos abrazamos y noté que estaba perfectamente equipado con nuevo equipo para nuestra aventura. Miguel siempre era meticuloso y ordenado, incluso en su afición por los coches de lujo, aunque su obsesión actual era conseguir un Jaguar E-Type de los años 60.

Después de saludarnos, le pregunté a Miguel cómo estaba esta mañana. Su respuesta fue tajante: "Nervioso, supongo que como tú". Le conté cómo había dormido mal y cómo me sentía al despertar.

"No es para menos", dijo Miguel. "Hoy nos espera una mañana llena de emociones y muchas incógnitas por resolver".


Sin más comentarios, nos dirigimos al garaje para tomar mi coche, un 4x4 más adecuado para nuestra aventura que los lujosos coches de Miguel. Aunque Miguel siempre defendía la superioridad del Jaguar E-Type como el coche imprescindible para ocasiones glamorosas.

Mientras nos dirigíamos hacia nuestro destino en Sa Vileta, un barrio de Palma de Mallorca, notamos que el camino de Jesús, el cual tomamos, estaba bastante transitado debido a que era la festividad de Todos los Santos y era el camino principal hacia el cementerio municipal.


Finalmente, llegamos a Sa Vileta y estacionamos frente a un imponente chalet con un letrero que decía "Villa California". El nombre nos llamó la atención de inmediato, y le comenté a Miguel que parecía demasiado estrafalario para el lugar.

"No tanto", respondió él "probablemente haya pertenecido a algún indiano que hizo fortuna en América, como nuestro abuelo". Su respuesta me dejó intrigado y comenzaron a surgir preguntas en mi mente.

Miguel aprovechó la oportunidad para plantear dos interrogantes cruciales: "¿Podemos confiar en Joan? ¿Vale la pena todas estas molestias?". 

Sus palabras resonaron en el aire y me tomé un momento para reflexionar. Tras recordar mis conversaciones con Joan, respondí con seguridad: "Creo que sí. Según lo que he hablado con él, parece una persona confiable y no parece alguien que se retracte fácilmente".


Decidimos buscar señales que nos guiaran hacia el cementerio, pero lamentablemente no encontramos ninguna pista visible. Fue entonces cuando sugerí que fuéramos a un bar cercano llamado Aldeana para tomar algo y preguntar a los lugareños.

Entramos al café, un lugar acogedor con una fachada de piedra que le daba un aspecto rústico. Nos dirigimos a la barra y el camarero, mientras preparaba un bocadillo, nos preguntó qué deseábamos. Mi hermano y yo pedimos dos cortados descafeinados para reponer energías. Mientras el camarero preparaba las bebidas, noté la presencia agobiante de cuatro individuos de mediana edad que estaban sentados cerca de la ventana. Desde el momento en que entramos, sus ojos no se apartaron de nosotros. No parecían excursionistas ni clientes habituales, pero decidí no prestarles demasiada atención en ese momento.

Después de disfrutar de los cortados, Miguel se acercó al camarero y le preguntó cómo llegar al cementerio. En ese instante, me percaté de que los cuatro individuos comenzaron a susurrar entre ellos, y uno de ellos se acercó a la barra como si fuera a coger unos palillos, pero su mirada estaba fija en nosotros. Sin embargo, antes de que pudiera analizar más a fondo su actitud, el camarero salió de detrás de la barra y nos indicó discretamente que nos dirigiéramos a la puerta.

Parados junto al umbral, el camarero señaló las señales en la calle que nos orientarían hacia el cementerio. Agradecidos, seguimos las indicaciones y no nos resultó difícil encontrar nuestro destino en Sa Vileta. En pocos minutos, nos encontramos dentro del cementerio.
 
Al cruzar el umbral, quedamos sorprendidos por lo limpio y bien cuidado que estaba el lugar. Debido a la festividad de difuntos, las tumbas, criptas y nichos estaban adornados con exquisitas flores, transmitiendo una sensación de melancolía a través de su dulce aroma. Subimos las escaleras centrales, explorando los pasillos laterales en busca de la cripta de la familia Roza, mencionada por Joan debido a su distintiva cúpula de estilo bizantino y un letrero peculiar.

Mientras buscábamos nuestro destino, nos deteníamos de vez en cuando para admirar las esculturas y las leyendas llamativas que se encontraban en las bases de las tumbas. Miguel, siempre curioso por naturaleza, se entretenía leyendo en voz alta las historias grabadas en las lápidas, mientras yo sentía una creciente intriga y nerviosismo. Estaba más preocupado por cerrar el trato que por cualquier otra cosa en ese momento.

Capítulo 3 "Bajo la Lluvia de Incertidumbre: En Busca de la Cripta de los Secretos"



Nuestra búsqueda nos llevó al pasillo que nos debía conducir a la cripta con la distintiva cúpula que habíamos avistado desde la escalinata. A medida que nos acercábamos, nuestros ojos se posaron en un hombre alto y extremadamente delgado, con un pitillo colgando de los labios, parado junto a la puerta de la cripta. Llamaba la atención su figura y llevaba puesto un pasamontañas que cubría gran parte de su rostro. Nos hizo ademanes para que nos acercáramos, lo que despertó la intriga en nosotros. Miguel susurró preguntándose si sería el guarda o un esqueleto mal enterrado.


Sin dudarlo, avanzamos hacia el misterioso hombre y entramos en la cripta sin mediar palabra. Joan nos hizo una señal para que lo siguiéramos y nos advirtió sobre las mujeres del pueblo que estaban limpiando jarrones y colocando flores cerca de nosotros. Miguel retrocedió unos pasos y miró hacia afuera, donde se encontraban las mujeres. Me guiñó un ojo, indicándome que algo extraño estaba sucediendo.
De repente, noté la presencia de un hombre pequeño entre las mujeres, alguien que antes no estaba allí. Aunque no llegaba a ser un enano, era extremadamente bajo y parecía mirarnos fijamente mientras susurraba algo a las mujeres. Esto aumentó mi intriga y me mantuve alerta.

Miguel inició una conversación con Joan y me uní al grupo. Después de intercambiar algunas palabras, Joan se separó de nosotros y se dirigió hacia un pequeño altar en el fondo de la cripta. Miguel comentó en voz baja que Joan era un tipo extraño, y yo asentí en acuerdo.

Con cautela, Joan abrió una urna de cristal y extrajo una bolsa de plástico que contenía un llavero con dos llaves. Miguel le entregó un sobre con dinero y Joan contó el contenido con una sonrisa de triunfo. Luego nos invitó a tomar algo, pero educadamente rechazamos la oferta, argumentando que estábamos apurados por aprovechar los días festivos. Antes de salir de la cripta, Joan nos advirtió que tuviéramos cuidado, ya que la mina era peligrosa y había habido desapariciones misteriosas en el pasado.

Una vez fuera, las mujeres y el hombre pequeño habían desaparecido. Decidí no mencionar la presencia del hombre pequeño a Miguel, pero le pregunté sobre las desapariciones que Joan había mencionado. Miguel se burló de las historias y continuamos caminando hacia la salida del cementerio.

Decidimos dar un paseo más amplio por el cementerio para buscar los panteones de conocidos y amigos. Mientras Miguel tomaba fotografías con su nuevo smartphone, guardé las llaves que nos dio Joan en un bolsillo seguro de mi mochila, consciente de su valor.


Al salir del cementerio, nos encontramos con un camino lleno de charcos y excrementos de perro. Comentamos sobre la falta de respeto de algunas personas al dejar que sus perros defequen en medio del camino. Continuamos caminando hacia nuestro destino, evitando hablar demasiado sobre nuestras intenciones para no atraer atención indeseada.
Nos dirigimos hacia la montaña iniciando un largo y resbaladizo ascenso y no tardamos en encontrarnos en una explanada con ruinas de antiguas instalaciones mineras. Mientras Miguel se entretenía tomando fotos, yo observaba el paisaje con atención. Fue entonces cuando escuchamos un sonido gutural y vimos cómo una roca gigante se deslizaba hacia nosotros. Miguel logró esquivarla por poco, pero quedó claro que alguien intentó hacernos daño.
 
La emoción, la intriga y la acción iban en aumento a medida que avanzábamos en nuestra búsqueda, enfrentándonos a situaciones extrañas y peligrosas. ¿Qué secretos nos esperaban en el interior de la cueva? ¿Quién intentó hacernos daño y por qué? Con nuestras mentes llenas de preguntas, nos preparamos para adentrarnos en el misterio y descubrir la verdad oculta en Sa Cova des Pilar.


Continuamos avanzando en silencio, reflexionando sobre el incidente y la peligrosidad del lugar. Finalmente, llegamos a la entrada de la cueva, donde nos encontramos con una verja que deberíamos abrir con las llaves que Joan nos había proporcionado para acceder a Sa Cova del Pilar.

 Capítulo 4 "El Umbral de la Cueva del Misterio"

“En las tardes de invierno, al finalizar nuestras clases, mi hermano y yo corríamos emocionados hacia casa, donde nuestra madre nos tenía preparada la merienda. Una vez terminada, bajábamos a casa de nuestra tía abuela, mientras nuestra madre salía a comprar la leche para el día siguiente y luego preparar la cena. En aquellas reuniones familiares, sentados junto al cálido brasero, escuchábamos a los mayores contar historias fascinantes de sus vidas y otras experiencias intrigantes.

En una de esas reuniones, solía venir una señora mayor, pariente de mi madre y tía abuela, procedente de una familia de Son Riera. Esta mujer, siempre elegantemente vestida, provenía de un linaje adinerado debido al alto cargo de su difunto esposo y a sus propiedades en la zona. A ella le encantaba cautivar a la audiencia con su enigmática personalidad y su locuacidad. Contaba chismes, aventuras y habladurías, pero una historia en particular capturaba nuestra atención y despertaba nuestra intriga: los misteriosos sucesos de una cueva singular llamada Sa Cova del Pilar.

Esta cueva se encontraba cerca de Sa Vileta, en una zona conocida como Sa Pedrera o el Valle del Silencio. La señora mayor afirmaba con convicción que en su interior se hallaba "La Puerta del Más Allá", y aseguraba que aquellos que la cruzaran podrían adentrarse en el otro mundo. Este relato nos dejaba sobrecogidos y temerosos, al igual que generaba polémica entre los demás familiares presentes.

Las historias nos impactaban tanto que, cuando en nuestra casa alguien abría la puerta del cuarto que daba al porche, siempre en penumbras, mi hermano Miguel y yo nos aventurábamos unos pasos dentro, susurrando entre nosotros: Debe ser la puerta al más allá... ¡Corramos!…”

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-Han pasado los años y así es como por fin! Nuestros sueños se estaban haciendo realidad.

Gracias a la facilidad que hoy tenemos para la recopilación de documentos y páginas en Internet, descubrimos que Sa Cova del Pilar era una cueva de grandes dimensiones, con tres entradas conocidas en la actualidad. Sin embargo, solo la entrada superior se consideraba natural, y esa fue la que tomamos como punto de partida para nuestra aventura.

Sentimos una mezcla de emoción y respeto mientras nos encontramos frente a la verja de seguridad que separa este mundo subterráneo y minero del exterior. Después de unos minutos de reflexión, decido buscar las llaves en el bolsillo lateral de mi mochila. Sin mediar palabra, mi hermano se adelanta y me arrebata el manojo de llaves, dirigiéndose directamente hacia la verja.

Déjame a mí, yo me encargo -dice Miguel con determinación.
Se planta frente a la verja, introduce con esfuerzo la llave en el bombín y, con un giro brusco, intenta abrir la verja. En lugar de oír el sonido de apertura, escucho un chasquido. Miguel gira la cabeza, me mira con estupor y me dice asombrado:
No sé qué ha pasado. ¡La llave se ha partido en dos!

Lo miro con enfado y le respondo:
Yo sí sé qué ha pasado. La llave que has cogido era la del trastero de nuestra casa.
Nos lleva un tiempo extraer con unas pinzas el trozo de llave que ha quedado en el bombín, habiendo entrado de manera forzada.

Resuelto el problema, vuelvo a buscar en el bolsillo de la mochila y, esta vez, tomo las llaves adecuadas. Camino hacia la verja, introduzco la llave suavemente y giro el bombín. El pestillo retrocede, permitiendo que la puerta se abra.

Nos adentramos unos metros en la cueva por un pasillo de aproximadamente diez metros de longitud. El panorama, tal como nos había descrito Joan, no es nada alentador. La entrada tiene unos tres metros de ancho por poco más de dos de alto. A nuestra izquierda, destacan numerosas columnas, y al girar en redondo, vemos una pintada en la pared del pasillo de entrada que dice "PEÑA APALANCA". Continuamos avanzando hacia el interior hasta encontrarnos con una especie de atalaya desde la cual se divisa la siguiente sala de la cueva, situada varios metros por debajo de nuestra posición actual.


Para acceder a ella, debemos colocar cuerdas para evitar resbalones.
En este momento, nos sentimos envueltos en un velo oscuro y polvoriento, y además, percibimos un fuerte olor a humedad. Dentro de esta nueva cueva, nos sorprende ver numerosas cavidades mineras y, sobre todo, nos asombra la cantidad de bloques que cubren el suelo. Consulto el plano que llevamos y veo que a esta zona se la denomina "Caverna del caos".

Llamo la atención de Miguel y le señalo cómo en el suelo se dibuja una cara con la expresión del famoso cuadro "El grito" de Munch. Mientras observo la figura con asombro, Miguel me mira y dice:
¡Vamos, Diego! ¡No es más que polvo! -Dando una patada en el suelo, levanta una nube de polvo y la imagen desaparece.

Entonces, con un tono autoritario, Miguel sugiere:
¿Nos ponemos manos a la obra?

Nos colocamos los cascos, ajustamos las lámparas y, una vez encendidas, avanzamos con renovado ímpetu por aquellos enrevesados y laberínticos pasillos, donde en su día los mineros trabajaron con picos y palas, ajenos a lo que la montaña de la sierra de Tramuntana ocultaba en realidad.

Capitulo 5 "En las Profundidades de la Mina: Bajo la Guía de la Mano Oscura"

El corazón nos latía con fuerza mientras avanzábamos por los oscuros pasillos de la mina. Con los planos en mano, nos adentramos en lo desconocido, llenos de curiosidad y emoción. Pronto nos enfrentamos a nuestra primera disyuntiva: el pasillo se bifurca. Era el momento de confiar en los planos que habíamos traído con nosotros.


Saqué de mi mochila dos planos: uno de los mineros y otro heredado de nuestra tía abuela, llamado Sa Fosca. Después de un arduo trabajo de superposición, descubrimos que nos encontrábamos en un lugar llamado "Sala de ses Rates Pinyades". Continuamos la exploración, siguiendo hacia la izquierda, hasta llegar a una sala amplia.

Enfrentados a otra encrucijada, nos detuvimos a evaluar nuestras opciones. ¿Deberíamos adentrarnos más en aquel oscuro mundo minero o regresar a casa? Miguel no dudó en expresar su determinación:
No pienso parar. Seguiré adelante hasta descubrir la verdad en esta mina. Con su convicción como guía, continuamos nuestro recorrido. Después de avanzar unos cincuenta metros, llegamos a un pozo artificial de considerable profundidad. Observamos el hundimiento de parte de la galería tras un arco majestuoso. Fue en ese momento que mi grito de advertencia frenó a Miguel:

¡Ojo! ¡Cuidado de no caer!
A pesar de los obstáculos, seguimos avanzando. Una escalera cuyos peldaños se

originaban desde una columna llamó nuestra atención. Decidimos descender por ella y nos adentramos en una zona conocida como "Sala de ses Galerías inferiors". Allí descubrimos los vestigios de aquel antiguo mundo minero. Miguel, emocionado, exclamó:

¡Mira! ¡Aún podemos contemplar algunos de los minerales que se extraían en este lugar! Continuamos nuestra exploración y nos encontramos con una trinchera lateral que nos

llevó a una nueva situación complicada. En el fondo, divisamos una galería a la que solo se podía acceder a través de un rapel.


Consultamos los planos y confirmamos que debíamos descender por el pozo. Con cuidado, comenzamos el descenso. Al tocar fondo, nos dimos cuenta de que el terreno era inestable y se hundía peligrosamente bajo el peso de nuestros cuerpos. Rápidamente, aseguramos una línea perimetral con cuerdas y nos dirigimos hacia una grieta natural en el lado derecho. Cruzamos el pasaje y nos encontramos en una nueva cueva.

Mientras nos mirábamos, Miguel rompió el silencio:
Este debe ser el punto de inicio hacia nuestra meta.
Respondí:
O, según se mire, podríamos hacer historia y dejar un legado.
Según los planos, nos encontrábamos en una zona llamada "El fangar". El pasillo se ensanchaba, pero el ambiente se volvía húmedo y opresivo. Las paredes rezumaban agua, convirtiendo el suelo en un barrizal lleno de charcos. Nuestras botas resbalaban y el aire se enrarecía, provocándonos una carraspera incómoda. Decidimos detenernos brevemente para proteger el plano de papel vegetal y Miguel sugirió que nos pusiéramos las máscaras.
Estos gases pueden ser tóxicos, asfixiantes o explosivos -advirtió. Moviéndole la cabeza, respondí:

Vaya moral que me estás dando. Ahora solo falta que todo explote.
Sin más dilación, nos colocamos las

mascarillas y, con las linternas en mano, examinamos las paredes en busca de alguna marca o signo específico. Nuestro objetivo era encontrar pistas sobre la veracidad de la leyenda que rodeaba aquel lugar. Y finalmente, la encontramos.

Enfrente de nosotros, esculpido en una gran piedra suspendida del techo, se encontraba un dibujo rudimentario de un tridente dentro de un círculo. No cabía

duda: era Neptuno, el octavo planeta. Habíamos encontrado la primera clave. Nos felicitamos y gritamos emocionados:

¡Hay historia! ¡Hay historia!
¿Significaba esto que la leyenda era verdadera? Miguel, impasible pero conteniendo su alegría, comentó:
Sin duda, si no fuera por las explosiones, ahora mismo me fumaría un

purito.
Nos quitamos las mascarillas al notar que el aire enrarecido había desaparecido y aprovechamos el momento de satisfacción para comer unas barritas energéticas. Después de descansar un rato, continuamos avanzando con precaución debido al terreno resbaladizo. Pronto llegamos a una pared al fondo de la estancia, donde notamos un pequeño corredizo que conducía a un nuevo pasillo. Al adentrarnos en él, sentimos una leve corriente de aire fresco, lo que nos hizo respirar con alivio. El pasillo se volvía sinuoso y terminaba abruptamente en una gran poza llena de agua. Iluminamos con nuestras lámparas y descubrimos que podíamos bordearla por una cornisa sumergida a causa de las últimas lluvias. Con cuidado, nos pusimos los pantalones de plástico y avanzamos bordeando el pozo. Al llegar al otro lado, encontramos rocas grandes y una estrecha franja de arena, donde nos quitamos los pantalones y revisamos nuevamente el plano.
Según el plano, nos encontrábamos en un lugar llamado "Gorg de sa boira". Indicaba que a la izquierda se encontraba la entrada a otra gruta conocida como "el paso de sa Nansa". Al enfocar nuestras linternas hacia esa dirección, vimos un agujero unos metros más abajo. Decidimos descansar antes de continuar, así que nos deshicimos de las mochilas, llenamos nuestras cantimploras con agua que caía de un peñasco cercano y la desinfectamos con un poco de cloro.
En ese momento, a Miguel se le ocurrió una idea peculiar:
Voy a darme un baño para quitarme el sudor. Solo entraré y saldré.

Tajantemente, le prohibí hacerlo, advirtiendo sobre los posibles accidentes en aquel lugar. Sin embargo, él no me hizo caso y se quitó la ropa. Bajo la luz de la lámpara, vi cómo algunas sanguijuelas se adherían a su piel. Rápidamente, utilicé el cuchillo multiuso para desprenderlas. Le recriminé su imprudencia, aunque sabía que no me estaba escuchando.

La rabia me invadió por un instante a causa de su temeridad mientras continuábamos adentrándonos en las profundidades de la montaña. Pero un nuevo peligro surgió: el camino se estrechó y avanzábamos en un tramo sin paredes laterales, como caminando en lo alto de un talud. Por seguridad, sacamos los bastones telescópicos con punta para tener un apoyo firme. Con las lámparas encendidas en nuestros cascos, seguimos avanzando.
El sonido del agua circulando y pequeñas cascadas nos rodeaba mientras Miguel, amante de lo surrealista, lanzaba piedras a los laterales, recordándome lo peligroso que sería caer. En medio de esa tensión, llegó el momento de girar a la derecha y nos encontramos con un caos de rocas. Miguel levantó una mano para llamar mi atención, Iluminó una de las piedras y vi cómo la luz revelaba una especie de flecha indicativa. Luego otra y otra más, hasta que finalmente salimos de aquel laberinto. La pregunta no tardó en surgir, y Miguel me miró y preguntó:

  • ¿Quién habrá hecho estas marcas?

  • Significa que no estamos solos aquí -respondí-. Desde hace un tiempo,

    tengo la sensación de que hay una mano oscura que nos guía a su antojo.
 

 Capítulo 6 "La Puerta del Más Allá: Enfrentando la Oscuridad Misteriosa"

Mi hermano, Miguel, siempre ha sido un espíritu inquieto. Mientras yo cambiaba las pilas de mi linterna, él se adelantó por el pasillo de la cueva. De repente, escucho su llamado:
"¡Diego, ven y mira esto! ¡Repite la llamada: Diego, ven y mira!"

Me dirijo hacia donde está y veo un agujero en el suelo que conduce a una nueva cueva. Me agacho y entro, siguiendo los escalones hasta llegar a una estancia más grande que la anterior. Al darme la vuelta para descender de manera segura, veo una roca de grandes dimensiones con el símbolo del infinito dibujado en ella. Observo la expresión risueña en el rostro de Miguel, y no puedo contener mi alegría. Ese símbolo nos indica que finalmente hemos llegado al posible final de nuestra travesía: la Puerta del más allá.

Miguel se mueve rápidamente detrás de la roca y me llama de nuevo: "¡Diego, ven! ¡Aquí hay más!"



Rodeo la roca y veo a mi hermano señalando hacia el techo de la cueva. Me acerco y veo un agujero ascendente de unos metros, como una chimenea. Pregunto:
"¿Qué pasa?"

Miguel apaga la luz de su linterna y me pide que haga lo mismo. Le obedezco y, al instante, veo una tenue luz penetrando por la chimenea. Me coloco justo debajo y noto que al final de la chimenea hay luz natural, aunque no puedo ver el color azul del cielo.

Miguel comenta extrañado:
"Es extraño, ¿verdad?"
Le respondo:
"Es como si el techo estuviera cubierto por una cúpula de alabastro o cuarzo". Encendemos nuestras lámparas y revisamos el mapa nuevamente. Confirmamos que el plano terminaba en la zona pedregosa, por lo que no tenemos forma de orientarnos. Miguel me pregunta:

"¿Y ahora qué hacemos? Parece que aquí se acaba la aventura..."
No me parece justo haber pasado por tantas dificultades para llegar hasta aquí, así que le respondo:
"Miguel, ¿no crees que deberíamos investigar un poco más, explorar esas oquedades y asegurarnos de que no son galerías?"
Recorremos la estancia, que tiene forma circular, pero unas grandes piedras en el suelo impiden verla por completo. Miguel, que sigue yendo delante, me avisa nuevamente:
"Diego, acabo de descubrir algo nuevo y aún más intrigante".

Penetro en una de las oquedades que estábamos explorando y en el fondo encuentro un óculo de unos sesenta centímetros de ancho. Sobre él, está esculpido otro ocho tumbado en la roca. Esta nueva visión provoca una fuerte subida de adrenalina en mí.
Nos acercamos lentamente, enfocando nuestras lámparas directamente hacia el óculo. Al estar cerca, extiendo el brazo y toco con la mano la puerta de madera que lo tapa. Veo una bisagra en un lateral y una antigua cerradura en el lado opuesto. Me quito la mochila, saco una llave de uno de los bolsillos y me doy cuenta de que es de forja. La tomo con firmeza, la introduzco en la cerradura y noto que encaja perfectamente. Giro la llave y oigo el chasquido del pestillo mientras la puerta del óculo se entreabre...

Me giro hacia Miguel y le digo emocionado:
"¡Funciona!"
Sin dudarlo, abro por completo la puerta y nos quedamos sorprendidos... ¡Increíblemente, desde aquella ventana emana una oscuridad misteriosa e

inaccesible! Una oscuridad siniestra y profunda que incluso nuestras potentes lámparas no pueden penetrar ni un milímetro.
Esta nueva experiencia nos asombra y nos afecta emocionalmente. La pregunta flota en el aire y le pregunto a Miguel:

"¿Será esta la puerta al más allá?"
Miguel sigue sorprendido y no responde. Estamos llenos de intriga y expectación. Como el mayor en estas circunstancias, siento que tengo una responsabilidad adicional. Movido por el deseo de saber y de descubrir, me acerco sigilosamente al umbral de aquel agujero de oscuridad misteriosa, mientras Miguel, unos pasos más atrás, sigue atentamente mis movimientos. 

En mi mente, la idea de que esto podría significar el salto definitivo a una dimensión desconocida resuena como un palpito constante. Según las historias de nuestra tía, muchas personas antes que nosotros han buscado algo similar. Pero lo que no sabemos en ese momento es si han tenido éxito o si, en caso de haberlo encontrado, ¿por qué no ha quedado ningún recuerdo o memoria de su hazaña?

Es necesario dar el paso, pero también sé que debo tomar precauciones. Abro mi mochila y saco un bastón extensible. Con delicadeza, lo introduzco lentamente en aquella oscuridad y me quedo estupefacto al ver cómo desaparece, absorbido por aquella sustancia oscura. Parece comportarse como un fluido espeso y succionador. Retiro el bastón y veo que la pintura está intacta. Lo toco con las yemas de los dedos y no siento ni calor, ni dolor, ni escozor.

Miguel se acerca y realiza la misma comprobación. Luego, movido por una audacia temeraria, introduzco ligeramente la cabeza en aquella oscuridad terrible y misteriosa. Por un instante, siento que me succiona. Es la primera vez en todo el día que siento miedo.

En ese momento, Miguel me grita y, asustado, retiro bruscamente la cabeza. No sé si es por su grito o por aquella oscuridad impenetrable, pero me siento aturdido. Miro a mi alrededor y veo que Miguel ha desaparecido. Respiro profundamente y vuelvo a llamarlo varias veces, esperando que esté explorando detrás de las rocas, pero no obtengo respuesta.

Me siento en un pedrusco que hay en el suelo y saco la cantimplora de mi mochila. Bebo un poco de agua para refrescar la garganta y luego vuelvo a llamar a Miguel con más fuerza, pero aún así no obtengo respuesta. La soledad y el silencio reinantes confirman que estoy solo y que mi hermano no está.

Capítulo 7 "En Busca de Respuestas: Encerrado en la Habitación de los Misterios"

La oscuridad envuelve la habitación mientras mis ojos se desesperan por encontrar alguna pista sobre el paradero de mi hermano. Busco con la linterna en todas direcciones, pero no hay rastro de él. Solo encuentro las huellas de nuestros pasos al llegar al lugar. Es como si se hubiera esfumado sin dejar rastro.

Sintiendo angustia ante esta desconcertante situación, trato de recordar el último lugar donde vi a Miguel. Con paso lento y decidido, me dirijo hacia aquel punto y, para mi sorpresa, descubro huellas borrosas en el suelo. Levanto la luz y apunto hacia el techo, pero solo encuentro una grieta oscura y una raíz reseca que cuelga desde su interior.
Aunque la escalada no es mi especialidad, no dudo un segundo. Agarro la raíz y se desprende fácilmente, revelando una rudimentaria escalera hecha con ramas horizontales que sirven como peldaños. Me aseguro de que mi mochila esté bien sujeta a mi espalda y comienzo a ascender por la escalera hasta adentrarme en la grieta.

Al enfocar la linterna, veo que la estancia se ensancha aproximadamente a un metro de distancia, permitiéndome ponerme de pie. A un lado, unos escalones se insinúan, girando como en una escalera de caracol. Los subo sigilosamente hasta llegar a una nueva habitación. Enfoco la luz en el suelo y veo huellas que parecen indicar que algo pesado fue arrastrado.

Guiado por la linterna, sigo el rastro, consciente de que es lo único que puede llevarme al lugar donde podría encontrar a mi hermano. Avanzo por un pasillo que gira bruscamente a la izquierda, pero de repente las huellas desaparecen. Sigo unos metros más y me doy cuenta de que mi linterna ya no ilumina. En medio de la oscuridad, saco un encendedor del bolsillo lateral de mi mochila y trato de encenderlo. Sin embargo, para mi sorpresa, no produce chispas ni llama. Cuando voy a guardarlo, me quemo los dedos. ¿Cómo es posible que me queme si no había visto ninguna llama? Confundido por esta oscuridad penetrante, giro para dar marcha atrás, pero mis rodillas flaquean y siento un fuerte dolor en la cabeza.

¿Dónde estoy?


Despierto con un zumbido en los oídos y un intenso dolor de cabeza. Estoy tumbado sobre una colchoneta, sin estar atado. Observo las paredes de la habitación, donde se encuentran altos ventanales que dejan pasar la luz. Al mirar a mi alrededor, descubro que no estoy solo. Cuatro personas se encuentran en la habitación, expectantes y en silencio.

Mi atención se centra en un hombre mayor, de unos setenta años, con el pelo blanco. Está recostado en una colchoneta, junto a él una joven encantadora. Observo sus rasgos y deduzco que son padre e hija. En el extremo opuesto, hay dos hombres. Uno de ellos es extremadamente pequeño, aunque no llega a ser un

enano. El otro parece ser su criado, con gestos amanerados y facciones alargadas.
A medida que recupero la conciencia, noto que la luz que entra por los ventanales ha disminuido. Reviso mi reloj y veo que son las 17:50, pero la luz me hace pensar que es mucho más tarde. La humedad en la habitación es alta y las paredes parecen estar hechas de un material artificial. No sé cómo he llegado aquí, pero el hecho de que no me hayan atado indica que creen que es imposible que escape. Desde mi posición, observo a los demás ocupantes de la habitación, y ellos me miran a mí. El hombre mayor coloca una mano en el hombro de la joven y le susurra algo al oído. Ella se acerca a mí y me pregunta en mallorquín si quiero beber un poco de agua. Acepto y bebo unos sorbos mientras intento entablar conversación con ella.

Le pregunto quiénes son y ella me responde con temor en su rostro. Me dice que se llama Silvia. Luego, me pregunta si soy uno de los amotinados. Le aseguro que no y desconozco a qué se refiere con eso. Silvia sonríe, y parece que hemos establecido una conexión.
Aprovecho la oportunidad para preguntarle sobre el hombre mayor, su tío llamado Enrique. Sin apartar la mirada de mí, Silvia responde y luego me pregunta por qué estoy en ese lugar. Le explico brevemente la búsqueda de mi hermano y lo que ha sucedido. Mientras tanto, el hombre pequeño no deja de mirarme fijamente, sus ojos parecen botones.

De repente, se escucha el sonido del cerrojo de la puerta. Dos hombres vestidos como soldados romanos entran en la habitación y se llevan al hombre pequeño, quien no ofrece resistencia. Su criado, tembloroso, suplica que no lo dejen allí. Un silencio tenso inunda la habitación.
Decido llamar a Silvia para obtener más información. Le pregunto si vio a alguien más antes de que me trajeran a mí. Ella reflexiona y me dice que escuchó ruidos y gritos hace unas horas, pero estuvo encerrada y no pudo ver nada. Lo peor, según Silvia, es que escuchó que se llevaron a alguien al "pozo de la oscuridad infinita".

Capitulo 8 "Atrapado en el Tiempo: El Enigma de la Oscuridad y el Encuentro con el Alcalde"

Me quedé atónito, tragué saliva y me sentí escamado por las últimas experiencias que había tenido con las oscuridades. Le pregunté a ella con cierta incredulidad: -¿Eso qué es eso de la oscuridad infinita?
Ella me miró sorprendida y luego dijo:

-Ah, claro, tú no sabes nada sobre la materia oscura.

Sin proporcionar más explicaciones, le pregunté por su tío. En ese instante, oímos unos pasos en el exterior, lo que nos puso en alerta. De forma precipitada, ella comentó:
-Es ingeniero y ha estado muchos años trabajando en Alemania para la industria del gobierno.

Justo en ese momento, el cerrojo de la puerta chirrió y Silvia, veloz, se acurrucó junto a su tío. La puerta se abrió y los dos personajes anteriores, rudos y ruidosos, entraron en la habitación. Sin mediar palabra, me levantaron en volandas y me llevaron al exterior, a través de un largo pasillo. Al final del pasillo, se encontraba una puerta similar a las que se utilizan como cortafuegos. La abrieron y, sin decir una palabra, me introdujeron en un lugar oscuro, pero no completamente a oscuras.

No tenía idea de cuántas horas había pasado encerrado, tumbado en una colchoneta, ya que la oscuridad no me permitía ver la hora en mi reloj. Estaba completamente nervioso cuando finalmente la puerta del cuchitril se abrió y otro individuo vestido como guerrero encendió una antorcha en la pared. Colocó una bandeja con alimentos y una jarra de agua en el suelo. Miré el reloj y vi que casi eran las 9 de la noche.

Después de terminar de comer, una sensación soporífera me invadió y me dirigí hacia la colchoneta, donde me tumbé. De repente, me abrumó un profundo sueño y me quedé profundamente dormido.

Sobresaltado, desperté cuando oí unos sonidos similares a los de un cuerno. No había ventanas, solo una rendija en la pared de piedra por la cual se filtraba una cierta claridad del exterior. Intenté mirar, pero debido al ángulo limitado, no pude ver nada.
Me senté en la colchoneta y, de repente, oí pasos, el chirriar de una cerradura y la apertura de la puerta. En el dintel de la puerta, había de nuevo dos individuos uniformados que me hacían señas para que me acercara. Me levanté y fui hacia ellos. Me indicaron que extendiera los brazos, me ataron las manos y, una vez asegurado, me empujaron sin muchas contemplaciones hacia el exterior. Caminamos unos metros sin mediar palabra hasta llegar a un patio.

Miré hacia arriba y vi que había claridad, pero algo cubría el cielo (me recordó la chimenea de la cueva). Observé a mi alrededor y vi unas construcciones adosadas a unos peñascos, hacia donde nos dirigíamos. Mientras nos acercábamos, escuché murmullos de gente que hablaba en una especie de latín que no entendía. Traspasamos una puerta y entramos en una estancia donde varias personas estaban sentadas en taburetes detrás de una mesa. Otros estaban a cada lado también sentados, todos vestidos con togas. El que parecía ser el principal me pidió, en mallorquín, que me acercara con estas palabras:
-¿Se pot atracar per favo? (¿Puede acercarse, por favor?)

Esto me sorprendió, ya que momentos antes los había oído hablar en una extraña jerga. Me acerqué a la mesa y, cuando estuve frente a él, me preguntó:
-¿Què feia en aquell lloc i a que havia anat? (¿Qué hacía en aquel lugar y a qué había ido?)

Lo miré fijamente y, también en mallorquín, le pregunté como si no hubiera oído su pregunta:
-Per què m'heu fermat i i qui sou voltros? (¿Por qué me habéis atado y quiénes sois vosotros?)

Otra persona en la mesa tomó la palabra y me dijo:
-Contesta primer a sa nostra pregunta i després ja t'explicarem. (Contesta primero nuestra pregunta y luego te explicaremos).

Forzado por las circunstancias y sin otra opción, respondí brevemente a su pregunta y les pedí, por favor, que me soltaran las manos, argumentando:
-No som ni un lladre ni un assassí. (No soy ni un ladrón ni un asesino).

Sin soltarme las manos, me acercaron un taburete y me pidieron:
-Per favor seu-te. (Por favor, siéntate).

El que parecía ser el jefe hizo una señal con las manos y los demás comensales se levantaron y se fueron, dejándome solo con mi interlocutor. La puerta se cerró detrás del último comensal y mi interrogador se acercó a donde estaba sentado, liberándome de las ataduras. Luego, rompió el silencio y se presentó diciendo:
Es meu nom és Gori i som es batle i cap de sa policia... (Mi nombre es Gregorio y soy el alcalde y jefe de la policía). A continuación, comenzó a explicarme dónde me encontraba.

Capítulo 9 Los Custodios de la Oscuridad Eterna: Enfrentando un Complot en las Sombras"

Gregorio, un hombre peculiar con rasgos distintivos, me transporta a un mundo oculto llamado Sa Possessió. Me revela que este poblado se mantiene en secreto gracias a una combinación de inaccesibilidad geográfica y una cubierta que lo oculta de la vista aérea. Sin embargo, hay mucho más en juego en este lugar apartado.

Descubro que Sa Possessió ha existido desde la época talayótica y ha prosperado aislado del mundo exterior. Pero el verdadero progreso llegó con la llegada de Jaume Lustrach, un alquimista francés que fue contratado para fabricar oro. Aunque la vida de Lustrach sigue siendo un misterio, para los habitantes de Sa Possessió, fue el impulsor de su industria y economía.

Su laboratorio en Sa Possessió se convirtió en el centro de experimentación con diferentes minerales, incluyendo la misteriosa "materia oscura". Esta sustancia se

convirtió en el producto estrella del poblado, pero también atrajo la atención de científicos alemanes disidentes durante la Primera Guerra Mundial.

Un submarino encallado cerca del poblado permitió el encuentro entre estos científicos y los habitantes de Sa Possessió. Los alemanes, en busca de un refugio y la oportunidad de seguir trabajando en sus proyectos, se unieron a la comunidad. Sin embargo, la integración no fue fácil y generó tensiones entre la tripulación del submarino y los locales.

Ahora, Sa Possessió se enfrenta a un gran complot. Se ha descubierto que algunos habitantes pretenden derrocar a los sabios líderes del poblado y vender sus avances científicos al mejor postor, lo que pondría en peligro el equilibrio de poder mundial. Esta información no debe divulgarse, ya que podría empeorar las tensiones existentes.

En medio de esta intriga, descubro que mi hermano ha desaparecido y me preocupo por su destino. Gregorio me advierte que es posible que esté en manos de los "descarriados", una facción que se considera ciudadanos de segunda clase y se opone al liderazgo actual.

Después de un interrogatorio tenso, me instalan en un módulo para refugiados, donde me prohíben salir sin acompañante. Sin mi mochila ni reloj, estoy desconectado del mundo exterior y de cualquier posibilidad de ayuda.

En medio de la desesperación, recurro a la oración, recordando los consejos de mi tía abuela. En ese momento, llaman a la puerta de mi habitación y, para mi sorpresa, se presenta una mujer joven envuelta en un aura de misterio. Su figura parece divina, emergiendo de una neblina dorada.

Ella se presenta como "Alexandra" y ofrece ser mi guía en el poblado. Fascinado por su belleza y encanto, acepto sin dudarlo. Salimos juntos hacia las calles de Sa Possessió, y en ese momento, la esperanza renace en mí mientras me adentro en un mundo desconocido lleno de peligro y secretos ocultos.

Capítulo 10 "Tras los pasos ocultos: Misterios en Sa Possessió"

Al salir de la habitación, aún impresionado por la reveladora conversación con Alexandra, me adentro en la zona central del poblado. Una amplia vía iluminada cenitalmente se extiende ante mis ojos, con construcciones semienterradas en las laderas rocosas, creando un paisaje peculiar con calles que fluyen en formas caprichosas. Siguiendo las indicaciones de Alexandra, nos dirigimos hacia el Este,

descubriendo un entramado de calles perpendiculares que se adaptan perfectamente a la forma de los peñascos.

Alexandra me comenta acerca de las viviendas modulares, diseñadas para adaptarse a las necesidades de las familias, equipadas con electricidad, pequeños electrodomésticos y agua corriente. Mientras caminamos, observo una guardería, un colegio primario y secundario, así como un centro de reunión. Sin embargo, me sorprende la ausencia de personas en las calles y decido preguntar a mi acompañante.

Con una sonrisa, Alexandra explica que a esas horas todos los adultos están ocupados trabajando en la industria y en los invernaderos subterráneos, donde se cultivan hortalizas y una variedad de champiñón que produce una harina de mejor calidad que el trigo. Maravillado por tanto progreso, no puedo evitar cuestionar el origen de la electricidad que abastece al poblado.

Con una mirada enigmática, Alexandra responde que parte de la energía proviene de fuentes mareomotrices, pero también menciona las propiedades de la "materia oscura". Intrigado, le pregunto sobre el suministro de agua potable, a lo que me revela la existencia de un gran manantial subterráneo alimentado por un torrente.

Mi asombro aumenta cuando escucho a unos niños hablar mallorquín frente al colegio. Alexandra me explica que esto es una medida política adoptada por los gobernantes de Sa Possessió para comerciar discretamente con los pueblos vecinos, como Banyalbufar y Esporlas, mientras enseñan a los niños múltiples idiomas como alemán, francés, inglés y castellano.

El tiempo parece volar mientras continuamos nuestra exploración. Alexandra, preocupada por mi cansancio, me ofrece descanso, comida o cualquier otra necesidad. Sin embargo, emocionado por la aventura, decido seguir adelante. Tomamos una calle lateral que nos lleva a un jardín botánico exuberante, enmarcado por dos peñascos. Puedo apreciar una variedad de plantas catalogadas, y más adelante, descubro un pequeño zoológico donde destaca una misteriosa especie de cabra.

Sorprendido, comento que esta especie está extinta, pero Alexandra me revela que algunas familias han logrado preservarla en este inhóspito lugar, protegiéndolas y criándolas por su fácil alimentación y su carne rica en proteínas. Continuamos nuestro recorrido hasta llegar a un almacén, el economato donde se abastecen. Allí, una mujer vestida con pantalones hindúes nos saluda, y Alexandra solicita dos almuerzos.

La mujer, llamada Magda, nos prepara dos cestas de palmito con carne, pan de champiñón, hortalizas y un líquido amarillento, que resulta ser un brebaje rico en vitaminas. Salimos del local y encontramos una sala lateral, un comedor improvisado, donde cocinamos las hortalizas, el pan y la carne en unas asadoras sin humo.

Después del almuerzo, le pregunto a Alexandra acerca de las actividades recreativas y deportivas en el lugar. Ella se levanta y me invita a seguirla. Cruzamos la calle principal y nos adentramos en una calle lateral cubierta de gravilla, bordeada por helechos, cintas y geranios de colores vibrantes. Al doblar una roca, descubro un minigolf adaptado a la topografía del terreno, una pequeña cascada que cruza el campo de juego y desemboca en un estanque con una fuente.

A medida que exploramos más, encuentro una bolera empotrada en la roca y un polideportivo construido en una gran oquedad. También hay áreas verdes con mesas para hacer picnics, un parque infantil con toboganes y columpios, todo impecablemente cuidado. Cerca del estanque, observo hermosas carpas nadando plácidamente.

Nos quedamos un rato en ese lugar, disfrutando de la belleza del entorno y de una conversación relajada. Sin darme cuenta, la noche cae sobre nosotros y me desconcierta el cambio brusco de luz. Le pregunto a Alexandra por qué oscurece tan rápido, y ella me explica que debido a la altura de las peñas, el sol se oculta temprano y amanece más tarde.

Decidimos regresar a nuestros aposentos por motivos de seguridad. Las luces están prohibidas para evitar que la claridad escape hacia el exterior y revele la presencia del poblado. Rápidamente llegamos a mi habitación, y el tiempo parece haber volado. Antes de despedirse, Alexandra se aleja lentamente, pero siento como si miles de ojos sin rostro me estuvieran observando en la penumbra.

Un escalofrío recorre mi espalda, y mi corazón palpita aceleradamente, como si anticipara un peligro latente y oculto. Cierro la puerta con un pasador y me tiro en la litera. Con todas las emociones vividas, no tardo en quedarme dormido. Sin embargo, algo inquietante me despierta repentinamente, una sensación de asfixia y sopor que me empuja a levantarme.

Me acerco sigilosamente a la puerta la abro y me aventuro en la oscuridad. La falta de luz me desorienta, pero decido alejarme en dirección contraria a la que había explorado con Alexandra. Avanzo por un sendero que se estrecha entre rocas y

me mantengo alerta, sin saber cuándo amanecerá ni cuándo se activarán los trabajadores.

Finalmente, llego a una explanada amplia y divisó un complejo de edificaciones, externas a las rocas, con almacenes y muelles de carga. Ocultándome lo mejor que puedo, me acerco cautelosamente. De repente, creí oír voces provenientes de un pabellón cercano a los almacenes.

Mi curiosidad supera cualquier temor y decido explorar más a fondo, consciente de que estoy adentrándome en territorio desconocido y potencialmente peligroso. En ese momento, mi corazón late con intensidad mientras me adentro en la oscuridad, sin saber qué me deparará esta nueva etapa de mi aventura en Sa Possessió.

Capítulo 11 "Sombras en la Tormenta"

Murmullos y un cierto trajín en la calle hacen que me despierte, pero lo único que tengo claro es que es de día. Sigo sin saber la hora que es y eso me irrita, me lavo utilizando una pastilla de jabón casero en una pequeña ducha con agua fría. Me pongo la ropa del día anterior y me siento en un taburete a la espera de acontecimientos. Transcurren unas horas hasta que alguien llama con brusquedad a la puerta, la abro y veo ante mí a un fornido soldado que lleva una bandeja con comida y me ordena:

"Come y no salgas de la habitación bajo ningún concepto". No puedo reprimirme y le pregunto ansioso:
"Dónde está Alexandra?"
De forma telegráfica me responde: "Hoy no hay paseo".

Almuerzo lentamente, sintiendo tensión y angustia debido al silencio existente. Miro por la mirilla y veo que la calle está totalmente desierta. Las horas pasan monótonas y la noche cae una vez más. El sol se oculta rápidamente detrás de los peñascos, sumiendo mi alcoba en la oscuridad. En este momento, apenas se ve ni un ápice de luz.

Noto ciertos ruidos, pero es mi estómago debido a que llevo bastantes horas sin comer. Estoy fastidiado y lamentándome de mi situación, hasta que oigo unos golpes. Alguien con suavidad golpea mi puerta. Espero unos segundos por precaución, pero finalmente me levanto y me acerco sigilosamente. Los momentos se convierten en una eternidad hasta que los golpes suenan nuevamente. Con precaución, abro la puerta y miro a mi alrededor, pero no veo a nadie. Sin embargo, en el suelo, descubro un bulto: mi mochila. Esto me alegra y al mismo tiempo me intriga. ¿Quién puede ser ese amigo misterioso?

Con la mochila en mis manos, regreso a mi litera y comienzo a explorar su interior. Encuentro mi reloj en una bolsa lateral, miro la hora, son las 21:45. Sigo buscando y descubro unas barritas energéticas en otro bolsillo. Hambriento, como dos de ellas. De uno de los bolsillos internos saco una linterna peculiar, delgada como un lápiz pero con un haz de luz fino y concentrado.

Después de revisar mi mochila, encuentro mi móvil, tiene carga pero no hay cobertura. Aun así, lo activo y encuentro una carpeta de datos en la pantalla de inicio, intacta. Abro la carpeta y descubro una copia del plano que nos había guiado por los túneles de Sa Cova del Pilar. También encuentro un pito oculto en la cinta de carga de la mochila. Estos utensilios me proporcionan una cierta autonomía. Me siento aliviado y empiezo a planear mis próximos movimientos, cuando un fuerte estruendo me sobresalta. Truena con fuerza y el corto intervalo entre el resplandor y el trueno indica que la tormenta está casi encima.

Vuelvo a mirar por el ojo de buey y, con el resplandor de otro relámpago, veo durante un instante a un soldado girando una honda con fuerza. La sensación de haber visto unas sombras moviéndose me intranquiliza. En ese momento, alguien golpea de nuevo la puerta. Me acerco y pregunto en voz baja: "¿Quién es?".

Reconozco la voz templada y melódica de Alexandra. Abro la puerta a medias y le digo: "Rápido, entra". Pero ella se queda parada y me dice: "Ya he arriesgado mucho trayéndote la mochila, pero ahora te quiero avisar para que huyas. Se está organizando una fuerte reyerta con represalias y ni siquiera nosotros sabemos quiénes son los buenos o los malos".

Estupefacto por la grave noticia, le pregunto angustiado: "¿Hacia dónde debo huir?". Pero apenas puedo oír su respuesta: "En dirección a bo...". En ese instante, veo cómo su cuerpo se desploma sin que pueda cogerla, mientras una piedra del tamaño de un huevo de gallina rebota en el suelo.

Agachado, intento reanimarla, pero su cuerpo está inerte. La cojo en brazos como puedo y la llevo a mi habitación, depositándola sobre la colchoneta. Voy al lavabo y empapo una toalla en agua para limpiarle la herida. Veo que el golpe no fue directo, la piedra debió golpear la pared antes de alcanzarla. Eso la ha salvado.

Luego, cojo mi mochila y la aseguro a mi cuerpo. Con un bastón plegado en una mano, me deslizo sigilosamente hacia la bolera. A pesar del dolor por lo ocurrido, corro agachado, aprovechando los constantes rayos que iluminan el camino como si fuera de día. Traspaso el minigolf gateando y atravieso el parque, buscando siempre las escasas sombras que proyecta el mobiliario. En ese momento, veo un grupo de soldados peleándose: unos con faldones rojos y otros con faldillas azules.

Espero un breve descanso en los rayos y me dispongo a correr hacia unos arbustos, pero tropiezo con algo que casi me hace caer. Con el resplandor de un nuevo rayo, veo que se trata de Jordi, el hombre pequeñito, que también intenta ponerse de pie. Antes de que grite, instintivamente le propino un puñetazo en plena cara, haciendo que caiga desplomado.

Prosiguiendo mi marcha, llego a la bolera y veo a un grupo de hombres de paisano dándose órdenes. Me escondo detrás de un tobogán y escucho a uno de ellos decir: "No debemos ceder. Debemos forzar un trueque negociado utilizando a los cautivos".

En ese momento, uno de ellos se dirige hacia la bolera y toma el pasillo de la derecha. Lo sigo con mucho cuidado, aprovechando los resplandores de los rayos y el retumbar de los truenos. Llegamos a un túnel con puertas a ambos lados, y el hombre se detiene ante una de ellas. Aprovechando la distracción, lo tomo por el cuello y le pongo la punta del bastón en la garganta. Pero el movimiento brusco nos hace entrar a ambos en la habitación, forcejeando. Debido a la presión en su garganta, suelta la linterna, y una delicada silueta se acerca rápidamente a recogerla y enfocarnos.

Oigo una voz que dice: "¿Eres tú?". La voz me resulta familiar y, tratando de recordar, pronuncio el nombre: "Silvia?". Con alivio, ella responde: "Sí, soy yo".

Le pido que me ayude a sujetar al individuo y, sin más, ella se acerca y le propina un fuerte golpe en la cabeza con la linterna. El hombre deja de forcejear y se desploma. Silvia trae una tela con la que le atamos las manos y otra para taparle la boca.

Entonces, Silvia me dice: "Sé dónde está tu hermano". Le pregunto ansioso: "Dónde está mi hermano". Y ella responde: "Está dos celdas más abajo”.

Capítulo 12 "Sombras en la Oscuridad: Prisioneros del Misterio"

Con determinación, aseguré los pies del prisionero y cerré la puerta de la celda, volviendo al pasillo a toda prisa. Mi objetivo era llegar a la celda donde se encontraba mi hermano, pero no sería fácil. Probé varias llaves hasta que finalmente logré abrir la puerta. Al entrar, me encontré con mi hermano sentado en el suelo, aparentemente ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor. Nos miramos con asombro y nos abrazamos, y le pedí que cogiera su mochila porque era hora de irnos. Se levantó rápidamente y se colocó la mochila. Salimos al pasillo, pero nuestros planes se vieron interrumpidos cuando vimos a diez soldados avanzando hacia nosotros y otros dos entrando en la celda donde se encontraba Silvia, quien gritó desesperada.

Una potente linterna nos deslumbró y fuimos inmovilizados por unos brazos fuertes. Cuando la luz se apartó de mis ojos, pude ver a varios soldados con faldillas rojas que nos tenían acorralados. Mi hermano estaba arrodillado, con las manos atadas a la espalda. Lo mismo hicieron conmigo, mientras otros dos soldados se llevaban a Silvia...

Nos llevaron arrastrados como sacos hacia unos nuevos calabozos, donde nos ataron a unas aldabas en la pared. Sin mediar palabra, cerraron la puerta, que estaba hecha de madera con un tramo de celosía para vigilarnos. Estábamos solos de nuevo, y mi hermano me preguntó si había averiguado algo sobre lo que estaba sucediendo.

Teniendo tiempo por delante, le conté en detalle mi experiencia: la conversación con Silvia y su tío, el encuentro con el jefe de los soldados, el paseo con una mujer llamada Alexandra y cómo la vi caer herida durante mi escape. Luego, le pregunté sobre su propio secuestro.

Mi hermano me relató que, mientras estábamos en la cueva con la ventana de la oscuridad, fue sorprendido por alguien que se le acercó por la espalda y le golpeó fuertemente en la cabeza, dejándolo inconsciente. Cuando despertó, se encontraba en la celda donde lo encontré. Le trajeron comida una vez y luego fue visitado por un hombre bajo acompañado de dos soldados y un hombre amanerado que parecía ser su ayudante.

Luego, compartí mi experiencia con Jordi, el hombre bajito. Mi hermano también contó su encuentro con él. Resultó que este individuo lo interrogó y le preguntó a qué país representábamos. Al responder que éramos simples excursionistas, el hombre reaccionó con gritos incomprensibles hacia su acompañante antes de marcharse. Después de comparar nuestras experiencias, llegamos a la conclusión de que el comportamiento del hombre bajito en la celda donde me llevaron fue solo una farsa para obtener información.

Las horas pasaron y la tormenta parecía haber cesado. En la penumbra de la celda, nos recostamos sobre montones de paja y nos dispusimos a dormir, a pesar de que nuestras tripas clamaban por alimento que nunca llegó.

De repente, desperté intranquilo y tenso, pero con las manos atadas a la espalda no podía mirar el reloj. Sentía que no estábamos solos y presagiaba peligro. Parecía ver una sombra junto a la puerta de la celda. Un escalofrío recorrió mi espalda, pero después de unos minutos, todo pareció volver a la normalidad.

Sin embargo, un nuevo ruido nos sobresaltó, despertando también a mi hermano. A pesar de la penumbra, nos miramos y nos pusimos de pie, alerta. La puerta se abrió y tres soldados con faldillas rojas entraron sin mediar palabra. Uno de ellos tomó nuestras mochilas y los otros dos nos agarraron violentamente por las cuerdas que nos ataban las manos, arrastrándonos fuera de la celda.

Era temprano, el cielo mostraba una claridad dorada y no se veía a nadie en las calles, probablemente debido al clima nublado. Solicité a nuestros captores que nos ataran las manos hacia delante para facilitar nuestro caminar, y así lo hicieron. En ese momento, pude ver la hora en un reloj cercano: marcaba las 17:35.

Siguiendo un rumbo determinado, nos dirigimos hacia la rampa que conducía a las edificaciones externas. Sabía que nos dirigíamos hacia el bloque donde había visto al hombre pequeñito arengando a alguien. Llegamos al bloque y pasamos por un pasadizo que lo separaba del siguiente. Frente a una puerta cerrada nos detuvimos, y los soldados llamaron. La puerta se abrió y en el umbral apareció Gregorio, serio y rígido. Me miró y, con brusquedad, me recriminó por haber agredido al hombre pequeñito, añadiendo que mi comportamiento agravaría nuestra situación en el poblado.

Una vez dentro del módulo, nos sentamos en un banco lateral. La estancia era pequeña y al fondo había dos personas escribiendo en una mesa. Reconocí a uno de ellos, el criado de Jordi. Se acercó a mí y susurró en voz baja: "Qué bien estuvo el puñetazo que le diste a Jordi". Luego regresó a su mesa.

Quedando solos nuevamente, mi hermano me miró y me preguntó si se me ocurría algo para salir de aquel embrollo. En ese momento, el otro escribiente se levantó y anotó nuestros datos en un libro, diciendo que era para hacer nuestras fichas. Luego, mirándonos burlonamente, nos informó que habíamos sido seleccionados para trabajar en los campos de la zona sin retorno.

Capítulo 13 "La Sombra de la Libertad"

Asidos de nuevo por nuestros carceleros, salimos a la calle, arrastrando el peso de nuestra opresión. Pasamos por delante de los colegios, con la esperanza de un futuro más prometedor. A unos cien metros más abajo, vislumbramos la entrada de una gruta, como si fuera un refugio clandestino.

Con valentía, nos adentramos en la oscuridad de la montaña. La débil iluminación interior apenas nos permite ver lo que nos rodea. Caminamos unos cien metros cuando, de repente, oímos un ruido detrás de nosotros. Giramos la cabeza y nuestros ojos se encuentran, llenos de asombro, al ver al guardián que llevaba nuestras mochilas tumbado en el suelo. Antes de que podamos recuperarnos de este sobresalto, otro ruido nos alerta. Al volver la cabeza, vemos a los dos soldados que sujetaban la cuerda de nuestras manos también yaciendo en el suelo.

Mi hermano Miguel reacciona con rapidez y se dirige velozmente hacia las mochilas. Coge la suya y empieza a rebuscar en su interior mientras me insta a que coja la mía. Observo que realiza algunas manipulaciones en la pared. Luego, me explica:

"Vamos, no perdamos el tiempo..."

Intrigado, le pregunto qué está haciendo mientras entreabro mi mochila y veo cómo despliega un fino hilo, similar al de pescar, a lo largo de todo el camino que hemos recorrido.

Curioso, le pregunto:
"¿Para qué haces eso?"
Él me responde:
"Es como una referencia por si tenemos que retroceder."

Antes de que termine de pronunciar esas palabras, nos sumergimos en una oscuridad total. Perdidos en la penumbra, le pregunto a Miguel qué debemos hacer. Él me dice:

"Sujeta el hilo y no lo sueltes, ni te muevas."

Sin tiempo para negociar o debatir, escucho cómo Miguel se aleja, dejándome solo y sumido en mis pensamientos.

Mientras tanto, en el poblado, las cosas empeoran. Silvia, también prisionera, ha sido capturada por un grupo de soldados. La llevan ante Jordi, el hombre pequeñito y autoritario. Al verla, Jordi se enfurece y la amenaza:

"Si no colaboras, te enviaré a un prostíbulo en el exterior. Quiero que me digas ahora mismo el paradero de tu tío Enrique."

Silvia se da cuenta de que su tío ha desaparecido. A pesar de ser una mujer joven, mantiene la compostura frente a los insultos de Jordi, quien está cada vez más exaltado. Harto y cansado de la resistencia de Silvia, Jordi ordena que la encierren nuevamente en uno de los calabozos del bloque cercano al almacén de carga.

Encerrada en su celda, Silvia se sienta en una colchoneta, aparentemente imperturbable. Sin embargo, un leve sonido llama su atención. Bajo la puerta se desliza una cuartilla de papel. Con rapidez, se agacha y recoge el mensaje. Lo lee detenidamente y luego lo rompe en pequeños fragmentos que esparce con cuidado. Respira profundamente y vuelve a sentarse en la colchoneta.

En el poblado, la oscuridad se cierne sobre ellos. No solo es la falta de luz, sino que el clima también ha cambiado. Las nubes cubren el cielo y pronto se escucha el resplandor de un relámpago, seguido de truenos.

Un grupo de personas se reúne en las afueras del poblado, formando pequeños grupos y murmurando entre ellos. Lo mismo ocurre en el economato y en la zona

de recreo. Sin embargo, lo más trascendental es la conversación entre Enrique, el tío abuelo de Silvia, y un misterioso individuo en un local cerca de la bolera. Enrique está frente a unas gruesas cortinas, mientras el enigmático personaje se oculta tras ellas. Enrique le pregunta con voz nerviosa:

"¿Qué garantías hay de que esto funcione?"
El individuo tras las cortinas responde con seguridad: "¡Todas!"
Enrique insiste, preocupado:
"¿Y cómo puedes estar tan seguro?"
De manera tajante, el misterioso personaje afirma: "La ambición perderá a Jordi."

Luego, el tío de Silvia da un paso atrás y sale de la habitación. El sujeto oculto también sale de las sombras, sin sospechar que alguien los ha estado observando desde una ventana. A pesar de la oscuridad, se puede percibir que el personaje detrás de las cortinas es alto y delgado.

En el almacén principal, Jordi se encuentra exaltado, dando órdenes bruscas a soldados y jornaleros mientras apilan bidones en un remolque y enrollan rollos de tela. Grita con su voz chillona:

"¡Apresúrense, no tenemos tiempo! ¡Muévanse!"

Los estibadores se apresuran, algunos quejándose en voz baja contra Jordi. Sin embargo, la presión es tan fuerte que incluso los soldados se ven obligados a ayudar.

En medio de todo esto, el criado que estuvo encarcelado con Jordi entra por una puerta lateral. Jordi lo mira con desprecio y le pregunta:

"¿Y ahora qué haces aquí? ¿Ya tienes los papeles preparados?"

El criado, llamado Pep, asiente con la cabeza y se acerca a Jordi, quien, con gesto nervioso, toma los papeles que le entrega. Casi los tira al suelo, pero los examina rápidamente y dice en tono áspero:

"Está bien. Puedes irte."
Pep parece esperar algo más, pero Jordi insiste:

"¡Vete! ¡Ya te lo he dicho!"

Luego, en tono agresivo, ordena a dos soldados que vayan por Silvia, dejando claro que la quiere viva para utilizarla como escudo o para negociar.

En medio del caos total que reina en el poblado, me preocupa el paradero de Miguel. Ha pasado más de una hora desde que se fue, y la situación es cada vez más delicada. Me siento desorientado y perdido. Fue en ese momento cuando escucho la voz de mi hermano susurrar:

"Tranquilo. No te muevas y dame la mano."

Sin moverme del lugar, asido al hilo, comienzo a girar en círculos con los brazos extendidos hasta que mi mano encuentra la de Miguel. Luego, él me dice:

"¡Sígueme!"

Así lo hago. Mientras retrocedemos en la siniestra oscuridad, Miguel me explica todo lo que ha observado, incluyendo la escena con el tío de Silvia y el misterioso personaje detrás de las cortinas.

En medio de nuestra conversación, llegamos nuevamente a la entrada de la gruta y nos sorprendemos al escuchar una voz conocida que susurra mi nombre con un tono melodioso:

"¡Diego!"
Me giro y veo delante de mí una silueta inconfundible: Alexandra... 

Capítulo 14 "El Rescate en la Sombra"

Alexandra y yo nos encontramos después de mucho tiempo, y la alegría inunda mi ser mientras le doy dos besos en las mejillas. No puedo evitar recordar el incidente en el que la dejé inconsciente por accidente. Le pregunto si se ha recuperado, y ella señala el chichón en su cabeza, recordando el incidente con humor. Presento a mi hermano Miguel, pero me doy cuenta de que está mirando a Alexandra con ojos atónitos. Le menciono que ya le he hablado de ella y los dos se saludan.

Sin embargo, noto que Alexandra está visiblemente preocupada y alterada. Le pregunto qué está pasando, y sin responderme directamente, nos pide ayuda. Con firmeza, le aseguramos que puede contar con nosotros. Ella nos revela que Jordi ha secuestrado a Silvia en el edificio junto al gran almacén de carga, y teme lo peor debido a la crueldad de Jordi.

Le pregunto qué ha pensado hacer, y Alexandra, acompañada por tres soldados, nos insta a poner en marcha sin demora. Siguiendo sus instrucciones, avanzamos con sigilo entre las sombras, solo ocasionalmente delatados por el resplandor de los relámpagos. Mientras nos adentramos en la oscuridad, Enrique, el tío de Silvia, se esconde entre los bloques y llega a un edificio con una sala técnica. Observa un panel que llama su atención y manipula un teclado inalámbrico, logrando acceder al sistema de vigilancia del edificio. Después de identificar la ubicación de Silvia en una pantalla, apaga la imagen y sale del edificio.

En la calle, Enrique se dirige hacia nuestra ubicación, pero no se da cuenta de que alguien lo sigue sigilosamente y controla todos sus movimientos. Mientras tanto, Alexandra nos guía en la oscuridad mientras avanzamos, siempre buscando las sombras. En un momento dado, escuchamos pasos acercándose y nos refugiamos en un rincón del edificio. Alexandra despliega unas capas especiales de su mochila y nos indica que nos cubramos con ellas. Los soldados también sacan las capas de sus mochilas y desaparecen de nuestra vista gracias al camuflaje de las capas. En silencio, escuchamos a las personas que pasan cerca de nosotros, pero finalmente se alejan y Alexandra nos revela que las capas están hechas de un tejido que imita las propiedades de la materia oscura y se mimetiza con el entorno.

Continuamos avanzando hasta llegar a un edificio fortificado. Tiene muros gruesos de hormigón armado sin ventanas exteriores, y la puerta de acceso está protegida por un portón de acero con un teclado en el lateral. Alexandra ingresa los códigos y permite que entremos a un amplio pasillo. Giramos a la izquierda y Alexandra abre una puerta con una tarjeta.

Una vez dentro, nos encontramos en un gran almacén lleno de sacos y estanterías con materiales. Pregunto a Alexandra sobre el contenido, y ella revela que son componentes y materias primas para producir la materia oscura. Antes de que podamos asimilar la información, escuchamos ruidos y voces que se acercan. Nos ocultamos detrás de una pila de sacos, mientras un grupo de seis personas ingresa al almacén cargando plataformas de carga.

Entre murmullos, los individuos comienzan a cargar los sacos, mostrando cierta desgana y quejas sobre la prisa y las órdenes del jefe. Finalmente, cuando terminan de cargar, se dirigen hacia la puerta de salida, apagan las luces y se marchan.

Capítulo 15 "El Oscuro Complot: Carreras contra el Tiempo"

Ocultos en nuestro escondite junto a una de las estanterías, Alexandra nos revela una información impactante. Según ella, Jordi, gracias a su posición como comercial, ha estado realizando contactos ilícitos con traficantes extranjeros para vender materia oscura a un país en guerra en el Oriente Próximo. Esta venta clandestina tiene como objetivo inclinar la balanza a favor de dicho país, violando los principios éticos de nuestra comunidad. Nuestras investigaciones siempre han estado orientadas hacia la medicina, la energía verde y la astronomía, y nunca hacia la guerra. Es un código ético que todos juramos cumplir al cumplir los 16 años.

Después de un momento de reflexión, le pregunto a Alexandra sobre aquellos que, al llegar a la edad adulta, deciden pensar de manera diferente o explorar el mundo en busca de experiencias. Sorprendida por mi pregunta directa, Alexandra responde que tenemos un acuerdo con un país que solía formar parte de la Corona Inglesa. Este país nos proporciona pasaportes y una nacionalidad para vivir lejos de Mallorca, y hasta ahora no ha habido problemas.

Intrigado, insisto y pregunto qué sucede entonces con aquellos que se desvían del camino acordado. Alexandra me mira fijamente y, en un susurro casi solemne, me pregunta quién me ha hablado de los "descarriados". Le respondo que fue Gregorio, durante un interrogatorio privado. Alexandra parece sumergirse en sus pensamientos y pronuncia unas consonantes incomprensibles antes de afirmar: "Esto cambia las cosas". Sacando un walkie-talkie de su bolsillo, habla en un idioma desconocido para nosotros.

Después de terminar su conversación, nos indica que nos dirijamos hacia la puerta por donde los portadores de las carretillas salieron y nos advierte que estemos en guardia hasta que lleguen los refuerzos que ha solicitado. Los minutos pasan lentamente y, de repente, escuchamos pasos. Alexandra enciende su linterna y hace señales similares al código Morse, las cuales reciben una respuesta similar. De las sombras, aparecen diez soldados con uniformes azules.

Alexandra, al percatarse de mi inquietud, me susurra para tranquilizarme, asegurándome que son amigos. Aun así, tengo mis dudas y se lo hago saber. Ella me responde que me explicará más tarde. Los recién llegados llevan mochilas de las que sacan pistolas eléctricas similares a las que utiliza la policía para inmovilizar delincuentes. Nos las reparten y Miguel comienza a jugar con una de ellas, pero Alexandra lo reprende. Mi hermano me mira y comenta: "Vaya temperamento tiene esa mujer".

Alexandra hace un gesto con la mano y, en silencio y sigilo, nos adentramos por el camino por donde se llevaron las carretillas. Con nuestras linternas iluminando el

camino, llegamos a una sala y nos dirigimos hacia la pared opuesta, donde se encuentra otra puerta. La atravesamos y entramos en una sala que da a una estación con múltiples raíles y vagones. Continuamos caminando en dirección a las vías, superando la zona de los vagones hasta llegar a una locomotora eléctrica.

Uno de los soldados indica que no importa manipularla porque han cortado la corriente de la vía. Sin embargo, al acercarnos, otro soldado se sube al estribo y dice que el panel de mando está iluminado, lo cual desconcierta tanto a Alexandra como al resto de los soldados. Uno de ellos comprende la situación y exclama: "Ahora entiendo por qué no oíamos a los portadores, deben haber tomado otra locomotora para llevarse la carga".

Alexandra se preocupa y afirma que esto agrava el problema, ya que es posible que los traficantes se encuentren en el embarcadero en estos momentos. Otro soldado sugiere con excitación que debemos apresurarnos. Nervioso, miro a Alexandra y le pregunto qué le pudo haber ocurrido a Silvia, pero nadie me responde.

Mientras tanto, no muy lejos de nuestra ubicación, Enrique, el tío abuelo de Silvia, se acerca a un edificio cercano al almacén de carga. Se para frente a una puerta lateral y utiliza un llavero para enfocar un haz de luz infrarroja hacia una lente en la puerta, que se abre. Con rapidez, penetra en el edificio, mientras el misterioso personaje que nos sigue pronuncia un juramento en esa extraña lengua. Enrique sortea barreras con el mismo llavero y llega a una estancia estrecha donde hay un mono raíl y un vehículo alargado de dos plazas. Se detiene y susurra: "He tenido suerte". Se sube al vehículo y arranca sin perder tiempo.

El personaje misterioso utiliza otro llavero para abrir la puerta y atraviesa la primera estancia hasta llegar a la sala donde Enrique acaba de partir. Al ver que se ha quedado sin vehículo, profiere unas palabras incomprensibles. A la izquierda de la estancia hay una puerta ancha que también abre con el llavero. Dentro, descubre un par de vehículos monoplazas similares al que utilizó Enrique. Inspirado, susurra: "No todo está perdido". Empuja uno de los monoplazas utilizando un deslizador hasta colocarlo sobre el mono raíl, sube al vehículo y lo pone en marcha, saliendo disparado tras los pasos de Enrique.

La intriga y la acción se intensifican mientras el destino de Silvia y la carrera contra el tiempo se convierten en el enigma principal. El oscuro complot y los personajes en juego nos mantienen en vilo, ansiosos por descubrir qué sucederá a continuación.

Capítulo 16 "El Asedio Ferroviario: Secretos, Traiciones y Armas de Vapor Sólido"

Seguíamos las indicaciones de Alexandra mientras nos adentrábamos en terreno desconocido. El ambiente se volvía tenso cuando de repente escuchamos ruidos de personas que se acercaban. Alexandra hizo gestos con las manos, indicándonos que nos separáramos. Mi hermano se unió a los soldados, mientras yo me quedaba junto a Alexandra. El suspense e incertidumbre se apoderaron de nosotros mientras esperábamos. Y entonces, aparecieron tres estibadores, caminando tranquilamente y conversando. Sin embargo, antes de que pudiéramos procesar la situación, Alexandra realizó un movimiento envolvente con el brazo, y como impulsados por resortes, los soldados saltaron sobre los estibadores, descargando la electricidad de sus pistolas sobre ellos. En silencio, caían fulminados por las descargas.

Alexandra tomó nuevamente el mando y ordenó a los soldados que conectaran un vagón a la locomotora. Con habilidad y destreza, se pusieron a trabajar hasta que el vagón quedó perfectamente unido a la locomotora. Dos soldados subieron a la locomotora, otros dos se colocaron en las puertas laterales del vagón y nos invitaron al resto a subir. Sin perder un segundo, ascendimos al vagón.

Mientras el tren avanzaba rápidamente por los raíles, aproveché para hacerle a Alexandra dos preguntas que me intrigaban: los faldones de los soldados y nuestro destino. Ella me respondió con calma: "No tenemos mucho tiempo, pero te daré una idea general. Los soldados con faldones rojos son equivalentes a los municipales, y los de faldones azules son equivalentes a la guardia civil". Sorprendido por la revelación, no pude evitar preguntarle quién era ella en realidad. Con una sonrisa, respondió: "Soy la directora de la guardia civil, y Gregorio es el alcalde y jefe de los policías municipales. Y ahora nos dirigimos a los muelles...". Me quedé alucinado ante esta revelación y preferí guardar silencio.

El tren continuaba su veloz marcha, y mi corazón latía con fuerza en el pecho. Observé a los demás y todos tenían un semblante serio. Pasamos por señales que indicaban la cercanía al muelle y a un apeadero. La locomotora redujo la velocidad hasta detenerse en el apeadero. Uno de los guardias bajó de la locomotora y se dirigió hacia un portón adosado a una caseta. Lo abrió revelando un panel informativo. Con un teclado incorporado, comenzó a manipularlo y luego accionó una palanca. Después, se volvió hacia Alexandra y le informó: "He bloqueado las puertas de salida y no hay constancia de que hayan salido del muelle de carga ni de que hayan abierto las compuertas".

Una vez más, Alexandra tomó el mando y nos comunicó que el resto del trayecto lo haríamos a pie y en completo silencio. Luego ordenó que se repartieran los fusiles de asalto. Los guardias se dirigieron a un armario en el vagón, lo abrieron y comenzaron a distribuir fusiles similares al AK-47 ruso, pero con un cañón de unos cinco centímetros de ancho cuadrado y un depósito redondo en lugar de cargador. Estos fusiles utilizaban vapor sólido en lugar de balas, lo que aseguraba un accionar silencioso. Observé a mi hermano haciendo silbidos peculiares y le susurré: "Miguel, no hagas ninguna tontería ahora".

Caminamos durante unos treinta minutos hasta que divisamos una gran cúpula en forma de media luna. Le pregunté al guardia que iba a mi lado sobre esa estructura, y él respondió: "Detrás de la cúpula se encuentra el muelle que nos llevará al exterior". Continuamos avanzando hasta que Alexandra nos indicó con la mano que hiciéramos una pausa. Nos detuvimos de inmediato, y ella nos advirtió: "A partir de este momento, debemos extremar las precauciones. Jordi y sus policías sabrán que vamos tras ellos y habrá vigías apostados". Además, nos informó que nos dividiríamos en dos grupos, uno por la derecha y otro por la izquierda, para evitar emboscadas que nos dejaran atrapados y rodeados por los chorros de vapor sólido.

Mientras los grupos se organizaban y los superiores concretaban las órdenes, me acerqué a Alexandra para preguntarle sobre el "vapor sólido" y la razón de utilizar armas de ese tipo, considerando que buscábamos mantener el sigilo. Alexandra sonrió y me explicó: "No son armas de fuego, son de vapor sólido. No disparan balas explosivas con pólvora. En situaciones especiales como esta, utilizamos armas que contienen un vapor especial concentrado y a presión. Al presionar el gatillo, el vapor se libera con un silbido y se solidifica convirtiéndose en un proyectil redondo con un alcance de 30 metros". Quedé atónito y le pregunté sobre los cañones mencionados. Con otra sonrisa, respondió: "Es el mismo principio, pero las bolas son más grandes, de 10 centímetros, y tienen un alcance de 150 metros".

Observé a mi hermano, quien también había escuchado la explicación, y pude ver la sorpresa en su rostro. Comprendí la importancia de utilizar los cascos y petos que nos habían proporcionado. Las equipaciones incluían capas con capucha plegada a la espalda, petos y cascos sofisticados con visera y paneles frontales de policarbonato transparente con grafeno, que permitían la comunicación y la transmisión de imágenes y textos.

Con las preparaciones completadas, Alexandra dio la orden de seguir adelante, y así lo hicimos en silencio, conscientes del peligro que nos esperaba.

Mientras tanto, el tío de Silvia había llegado a las instalaciones del muelle. Descendió de su deslizador y se dirigió rápidamente hacia la estancia principal. Al llegar, se encontró con varias puertas: una indicaba el acceso al muelle principal, otra era la entrada de mercancías y la tercera decía entrada de servicio. Optó por esta última, adentrándose en un pasillo con monos de trabajo y cascos. Tomó uno de cada uno y continuó su camino hasta una puerta que rezaba "vestidor". Entró en la habitación y se cambió de ropa, ocultando la anterior. Luego, se dirigió hacia una zona con taquillas y se paró frente a una que estaba destinada exclusivamente para la policía. Ignorando la advertencia, la abrió con una llave y sacó un fusil de vapor sólido, que cubrió con una tela. Se notaba su agitación, por lo que se detuvo y respiró profundamente varias veces antes de adentrarse en un pasillo largo y mal iluminado.

Capítulo 17 "El Asalto al Submarino: Rescate en los Muelles"

En los muelles, el caos se había apoderado del lugar. Jordi y sus secuaces proferían gritos e insultos, sembrando el terror entre aquellos que se encontraban cerca. En medio del bullicio, un municipal se acercó a Jordi y le susurró algo al oído, lo que solo consiguió enfurecerlo aún más. Jordi agarró el walkie talkie que llevaba en el cinto y comenzó a gritar:

"¡Que nadie se acerque más! ¡Disparen los cañones térmicos!"

Alexandra, al percatarse de la actividad en una de las fortificaciones cercanas, decidió detener la marcha. Un ligero resplandor revelaba la silueta de un cañón. Gritó:

"¡Todo el mundo a cubierto! ¡Las hostilidades han comenzado y van a disparar!"

Antes de que pudiera terminar la frase, se oyó un silbido y unas bolas de hielo solidificado impactaron cerca de ellos. Obligados a diseminarse y avanzar agachados, uno de los guardias le sugirió a Alexandra usar las capas mimetizadoras. Sin embargo, Alexandra respondió:

"Lo haremos cuando estemos más cerca, para poder asaltar la fortificación sin darles tiempo a reaccionar."

Mientras tanto, Alejandro, el tío de Silvia, continuaba avanzando por el pasillo hasta llegar a una nueva estancia con dos puertas: una que decía "Muelle Norte" y otra "Muelle Sur". Justo cuando se disponía a seguir adelante, una voz a sus espaldas lo detuvo. La voz, enmascarada detrás de unos archivos, le preguntó:

"¿A dónde vas, Alejandro?"

Alejandro, sin girarse, respondió:
"Voy a rescatar a Silvia, que está en manos de Jordi y sus secuaces." La voz le sugirió:
"Ve por el lado Sur, yo iré por el lado Norte."
Intrigado, Alejandro preguntó:
"¿Por qué te tomas tantas molestias?"
La voz respondió:
"También intento proteger a mi hija."
"A tu hija", dijo Alejandro, pero la voz se quedó en silencio.

Lo que ambos interlocutores no sabían era que esa conversación no pasaba desapercibida para el siniestro personaje que los seguía. Este se encontraba acurrucado en un lateral del pasillo, observando cómo Alejandro tomaba el portal que conducía al lado Sur. Cuando la puerta se cerró, el personaje sacó un walkie talkie de su bolsillo y habló en voz baja. Solo pronunció cuatro frases para el receptor:

"Uno viene por el pasillo Norte y otro por el pasillo Sur. No quiero más problemas. Liquídenlos si es preciso."

El personaje siniestro se puso en marcha, sigiloso como siempre, y tomó el camino del Sur.

Alexandra continuó liderando la marcha hacia el muelle, instándonos a no detenernos. Los proyectiles de hielo caían muy cerca, hiriendo a algunos de los guardias. Uno de ellos, alcanzado en la pierna, sufría un grave daño. Alexandra acudió a socorrerlo y, utilizando una jeringuilla de su mochila, le administró un antídoto. Después, informó por walkie talkie a los rezagados sobre la situación del herido y nos indicó que continuáramos la marcha.

Avanzamos por una trinchera, sorteando los cañones enemigos, hasta llegar a la zona del muelle. En ese momento, nos vimos enfrentados a unos municipales armados, pero al apuntarles con nuestros fusiles térmicos, se rindieron. Los atamos con tiras de plástico y Alexandra informó a los rezagados sobre la situación de los prisioneros. Luego, se dirigió a los municipales capturados y les preguntó:

"¿Cuántos policías hay en el muelle?"

Los municipales se miraron entre sí y guardaron silencio. Entonces, Alexandra llamó al guardia más alto y robusto, quien llevaba una porra en la mano. El guardia realizó algunos movimientos con la porra en el aire y golpeó el suelo con fuerza, sonando como los proyectiles de los cañones. Luego, se acercó a los prisioneros, quienes intercambiaron miradas antes de que uno de ellos respondiera temblorosamente:

"Sin contar con nosotros, hay seis, más la tripulación y los estibadores." Alexandra insistió:
"Pero, ¿no hay alguien más?"
El municipal respondió:

"Hasta donde sabemos, Jordi es el jefe."
Alexandra quedó pensativa y, reuniendo a sus guardias, les dijo:

"La mitad de ustedes se dirigirá al hangar de la derecha, y el resto iremos al de la izquierda. Pero nuestra prioridad es encontrar a Silvia y liberarla sana y salva."

Mientras Alexandra trazaba el plan de asalto, Enrique llegó al hangar del Sur. Quitó la funda de su fusil y se infiltró sigilosamente por una puerta lateral, utilizando un manojo de llaves. En el interior, vio a varios estibadores junto a la puerta principal del muelle, cargando mercancías en paletas que luego eran llevadas por toros hacia el mar. Subió con cautela por una escalera lateral hasta un altillo perimetral de la nave, desde donde podía observar la fachada marítima.

La escena que presenció fue aterradora. Amarrado en una plataforma flotante, junto a un submarino de carga, estaba su sobrina Silvia. A su lado, un municipal la vigilaba de cerca, espada en mano. Alejandro no pudo contener su ira y pronunció con desprecio:

"Traidor, maldito traidor."

Pero lo que vino después lo llenó de temor y horror. En el agua, junto al submarino de carga, había una plataforma donde Silvia estaba atada a un poste. Un municipal la vigilaba de cerca, con la espada desenfundada. Alejandro exclamó con rabia:

"Si le pasa algo a Silvia, Jordi pagará muy caro."

Mientras Alejandro evaluaba el terreno en busca de opciones para liberar a Silvia, en el otro hangar se oyeron gritos y el silbido de los proyectiles de los fusiles de vapor que portaban Alexandra y sus guardias.

Alexandra había decidido atacar de frente, ya que el submarino de carga estaba casi listo para partir. Se lanzó junto a sus hombres contra los municipales que custodiaban la puerta que daba al muelle. No fue una decisión tomada a la ligera. Les comentó a Miguel, a sus hombres y a mí:

"Dentro del recinto del muelle tenemos posibilidades de detener el submarino, pero si se sumerge, no podremos hacer nada con las armas que tenemos. Sugiero que ataquemos y que sea lo que Dios quiera."

Los municipales apenas tuvieron tiempo de reaccionar cuando dos guardias se abalanzaron sobre ellos y les dispararon a quemarropa con las pistolas eléctricas. La descarga eléctrica los dejó aturdidos y cayeron al suelo, inmóviles.

Mientras esto ocurría, el personaje que había hablado con Alejandro llegó al hangar y se ocultó detrás de un submarino en dique seco, similar al que estaban cargando Jordi y sus secuaces. Desde allí, pudo presenciar cómo los municipales eran reducidos y cómo Alexandra y los demás avanzaban hacia Jordi.

En el otro hangar, Alejandro estaba absorto observando los acontecimientos y preparándose para descender y posicionarse a una distancia segura desde la cual pudiera disparar al municipal que mantenía cautiva a su sobrina. En ese momento, escuchó unos pasos apresurados a sus espaldas y se giró rápidamente, pero apenas pudo articular una palabra antes de desplomarse al suelo:

“Tú..."

Capítulo 18 "Traición en el Hangar: El Precio de la Resistencia"

La astucia del personaje siniestro ha sido eficaz. En un inesperado giro de los acontecimientos, se encuentra arrodillado junto a Alejandro, sujetándolo con tiras de plástico. Sacando un walkie-talkie de su bolsillo, pulsa la tecla de conexión. En el pódium, Jordi siente una vibración en su bolsillo y contesta lacónicamente:

-Sí...
El personaje siniestro revela la situación: el hangar del Sur está bajo control y Alejandro está cautivo. Pero advierte a Jordi que alerte a todos los municipales, ya que los guardias de Alexandra y los excursionistas que la acompañan están en camino, tras haber reducido a los municipales que hacían guardia.

Jordi no pierde un segundo en comenzar a gritar, solicitando ayuda a todos los municipales para cubrir su retirada. El municipal que custodia a Silva se pone nervioso y pregunta qué hacer con la prisionera. Jordi le ordena que se quede quieto, ya que si todo sale según lo planeado, ella y su tío se unirán a ellos.

Mientras tanto, el personaje siniestro coloca a Alejandro en una carretilla y sale del hangar. Ahora sin esconderse, la luz revela su rostro. Desde el otro hangar, el personaje que había pactado con Alejandro queda paralizado al ver al hombre siniestro. Intenta hablar, pero su lengua se pega al paladar, apenas logrando murmurar:

-¡Hijo de una perra rabiosa! ¿Así que eras el infiltrado?
En el otro extremo, Gregorio, el personaje siniestro, avanza rápidamente con la carretilla hacia donde está Jordi. Avanza entre las pilas de palés y Jordi le saluda con la mano, instándole a apresurarse. Con su voz chillona, grita:

-¡Gregorio, date prisa! ¡Solo faltan diez minutos para embarcar y deshacernos de esos estúpidos con su Possessió y sus neurosis!
Sin embargo, Jordi no contaba con que uno de los guardias de Alexandra se había adelantado, escondiéndose entre los palés, y comienza a disparar contra Gregorio. Este se refugia cobarde detrás de los palés. Jordi se da cuenta de la situación y envía a dos municipales para que le den apoyo, quienes también abren fuego contra el guardia y se resguardan momentáneamente.

Alexandra, percatándose de la desventaja del guardia, nos ordena a Miguel y a mí que le brindemos apoyo. Disparamos con determinación, haciendo retroceder a los municipales y dejando a Gregorio aislado, quien grita pidiendo ayuda a Jordi.

Alejandro, revolcándose por el suelo, trata de liberarse de las tiras de plástico que le sujetan las manos, pero al tenerlas detrás, su intento resulta infructuoso.

Los dos municipales se mueven entre los palés y se abalanzan sobre Enrique, amenazándonos con hacerle daño a Alejandro si no deponemos las armas. En medio de este impasse, Gregorio se une a los municipales con un tono burlón y nos increpa. Pero el guardia que nos acompañaba y se había adelantado deja su fusil en el suelo, y yo me agacho para hacer lo mismo, cuando me doy cuenta de que Miguel ha desaparecido.

Disimulando mi sorpresa, deposito también mi arma en el suelo. En ese momento, Gregorio grita a Jordi:

-La situación está controlada.

Jordi, desde su estrado, le hace la señal de victoria con los dedos. Al escuchar esa voz, Alexandra se percata de la presencia de Gregorio y le grita:

-¡Gregorio, maldito traidor!
Con su tono burlón, Gregorio responde a Alexandra:

-Alexandra, has fracasado. Depón las armas o Silvia pagará las consecuencias. Alexandra, inquebrantable, le responde desafiante:

-Nada me detendrá, y si le haces daño a Silvia, lo pagarás muy caro.
Jordi, que había permanecido en silencio, entra en acción y le grita al municipal que custodia a Silvia:

-Hazle un corte en la cara para que vean que no estamos jugando. Alejandro forcejea entre sus captores y grita:

-¡Jordi, miserable! ¡No te lo perdonaré!
En ese momento, Jordi se gira y amenaza al municipal:

-O haces lo que te dije, o te arrestaré y expulsaré.
El municipal se niega a cumplir la orden, soltando una carcajada. Todos nos quedamos atónitos. El municipal resulta ser Miguel, mi hermano, quien había reducido al carcelero de Silvia y ocupado su lugar. Su camuflaje pasó desapercibido debido al traje con falda roja que llevaba y a la confusión en el muelle. Pero lo que más me sorprende es: ¿dónde está el verdadero carcelero de Silvia?

Mientras tanto, Gregorio llega junto a Jordi, sosteniendo a Alejandro, quien continúa forcejeando. Gregorio coloca una pistola eléctrica en la cabeza de Alejandro y amenaza con dejarlo inconsciente si no deponemos las armas.

Los municipales apuntan con sus fusiles de vapor sólido a Miguel y a Silvia, que siguen en la balsa. Ante esta nueva y contradictoria situación, Alexandra se ve obligada a rendirse. Gregorio le ordena que suba sola al pódium, con las manos bien visibles.

Alexandra, con paso lento pero firme, se dirige al pódium. Nosotros nos acercamos, pero nos obligan a mantenernos separados, con los brazos en alto. Con la situación bajo control, Gregorio declara:

-Ahora tú -mirando a Alexandra- y Alejandro, nos acompañarán hasta el submarino. No hagan ningún movimiento brusco.
Alexandra se niega a subir al submarino, desafiante. Gregorio le responde:

-No te necesitamos. Solo nos interesan Gregorio y Silvia.
Jordi apunta con una pistola eléctrica a Alexandra mientras comienzan a caminar.

En ese momento, siento impotencia. Parece que todo ha sido en vano. Pero de repente, ocurre algo inesperado. Aparece un individuo con un bate improvisado y golpea a Gregorio en la cabeza. Este tambalea y cae al suelo inconsciente. Los municipales que apuntaban a Miguel y a Silvia se giran para ayudar a Gregorio, lo que permite que Miguel y Silvia se lancen al agua y desaparezcan bajo la balsa.

Mientras los guardias que me acompañaban luchan contra los municipales para reducirlos, intento proteger a Alexandra. Pero antes de que pueda dar dos pasos, Jordi se revuelve y apunta con su pistola al pecho de Alexandra, amenazando con hacerla pagar por todo este caos.

Durante unos segundos, la rabia me embarga y grito con todas mis fuerzas

Capítulo 19 "El Último Desafío: Entre Sombras y Traiciones"

No! No lo hagas... Jordi me mira de reojo y en este preciso instante, el personaje que se ocultaba y que había estado escondido durante toda la contienda, se interpone entre la pistola y Alexandra, por lo que él es el que se lleva la descarga letal en pleno pecho, cayendo al suelo como un saco. En este instante salto como un resorte, no sé si por la adrenalina contenida, la rabia reprimida o por el asco que me daba, me abalanzo sobre Jordi y de un manotazo le quito la pistola, mientras que con la otra mano le propino de nuevo un puñetazo en plena cara, que hace que se desplome hasta el suelo sin sentido como si se tratara de un muñeco de trapo.

Todos estamos jadeantes, busco con la vista al que había agredido a Gregorio y veo con sorpresa que se trata de Pep, el contable de Jordi, el cual me mira y me dice: "Ya estaba harto de esos dos tipos."

Alejandro ha sido liberado de sus ataduras y está corriendo en dirección a la balsa. Veo cómo Miguel y Silvia salen de debajo de esta y hacen ademanes de subirse, luego muevo la cabeza hacia donde estaba Alexandra y veo que está llorando y que tiene entre sus brazos al personaje que había permanecido oculto como una sombra y casi se me caen los ojos de las cuencas... Trago saliva y digo: "Pero si es Joan, el capataz de la mina." Alexandra me mira a los ojos y dice entre sollozos: "¡Es mi padre!" Me quedo perplejo.

Uno de los guardias que se había retrasado atendiendo a los heridos y que era sanitario, se hace cargo de Joan que sufre un shock eléctrico, intentando

reanimarlo con maniobras de reanimación cardiopulmonar, mientras pide a los otros que le traigan agua y vendas para las heridas.

Han transcurrido unas horas y en Sa Possessió se están depurando responsabilidades entre los descarriados, si bien para poner fin a la rebelión, se necesitarán varios días y mucha delicadeza. Hay que considerar que algunos de los que en un principio apoyaron a Gregorio y a Jordi lo hicieron forzadamente y bajo presión.

No podíamos dejar sola a Alexandra y Miguel, Alejandro, Silvia y yo. Nos encontramos en el ambulatorio donde se está atendiendo a Joan, su padre. Son momentos duros debido a tantas emociones acumuladas en muy poco tiempo. En la sala de espera se rompe el silencio cuando le pregunto a Miguel: "¿Qué hiciste con el cuerpo del municipal que amenazaba a Silvia, para que no se descubriera el cambio?"

Por fin, y después de tanto sufrimiento, Miguel se ríe y me responde: "Fácil hermano, lo cubrí con la capa mimetizadora que nos habían dado los guardias." A lo que le contesto: "O sea que siempre estuvo junto a vosotros." Miguel asiente con la cabeza.

Alejandro se acerca a nosotros y nos da las gracias por haberlo ayudado y por haber salvado a Silvia, pero le quitamos importancia y les recordamos que ellos también habían sido un alivio y un apoyo en los momentos que estuvimos encarcelados. Silvia se incorpora a la conversación y después de darnos las gracias dice: "La gesta de Miguel ha sido heroica, ya que yo estaba profundamente preocupada, debido a la crueldad de Jordi y los vuelcos que tomaba la contienda." Miguel sonríe de nuevo y responde: "He tenido la oportunidad de hacer lo que más me gusta... Ser el protagonista y el que salva a la bella de la bestia." Luego lanza una carcajada.

Oímos entonces el chirrido de una puerta y todos nos giramos. Alexandra, con el rostro desencajado, nos dice: "Mi padre está muy grave", entre sollozos, "pero los médicos dicen que se salvará." Todos respiramos aliviados y lanzamos un ¡Bien! contenido.

Normalidad restablecida. Regresamos al poblado y Alexandra nos invita a mi hermano, a Silvia, a su tío Enrique y a mí a cenar en su apartamento. Fue una agradable velada donde hablamos de la materia oscura y por qué querían Gregorio y Jordi que Enrique, el tío de Silvia, se marchara con ellos. La respuesta era sencilla: Enrique era un científico que conocía perfectamente las posibilidades de la materia oscura y su manipulación, algo imprescindible para poder venderla a

los traficantes y que estos encontraran compradores. El secuestro de Silvia hubiera sido la excusa para que su tío claudicara a sus demandas y mediante este chantaje, aceptara trabajar para ellos.

Intrigado, le pregunto a Alexandra por el papel de su padre y por qué había contactado con Miguel y conmigo. Nos mira con cara de culpa y dice: "Perdonad por todo lo que habéis tenido que pasar, no era nuestra intención, pero como habéis comprobado, todo se ha precipitado de manera exponencial. La idea fue mía y mi padre se ofreció a llevarlo a cabo, dado su puesto externo en el cementerio. Se trataba de confundir a los 'descarriados' para que movieran ficha y así poder controlarlos. En realidad, vosotros no debíais pasar de la cueva en la que hay la puerta del más allá. Pero ellos se adelantaron secuestrando a Miguel y todo el plan se fue al traste."

Ahora comprendía el desasosiego de Jordi y el interrogatorio de Gregorio. Le pregunto qué pensaban hacer con la Possessió después de todo lo ocurrido, a lo que Alexandra nos comenta: "Tendremos una reunión, pero de momento cerraremos todas las entradas que hay desde sa Cova del Pilar, crearemos un pasillo nuevo con materia oscura como salida de emergencia y se estudiará el trasladarse a un nuevo lugar, donde puedan seguir desarrollando las propiedades de la materia oscura y su comercialización con fines pacíficos."

Con una tertulia en tan agradable compañía, el tiempo pasa volando y esto hace que nos vayamos a dormir tarde. Al llegar a la habitación, compruebo que son la una y treinta y tres minutos. Por lo que le comento a Miguel: "Vaya horas de irnos a dormir cuando resulta que mañana tenemos que levantarnos temprano para ir de regreso a nuestros hogares." Miguel refunfuña, pero no contesta.

Por fin, aquella noche transcurre tranquila, si bien en un momento que me despierto con ganas de ir al baño, compruebo con sobresalto que mi hermano no está en la habitación. Miro el reloj y veo que son las tres y doce minutos. En este momento, tengo la terrible sensación de que alguien me está observando. Me dirijo a la puerta, la abro con cautela y miro al exterior. Todo está tranquilo, oscuro y en orden. Regreso a la cama intranquilo, pero enseguida me quedo dormido debido, en parte, al agotamiento del día anterior.

A las siete treinta suena el despertador y compruebo que mi hermano está en la cama. A pesar del estrépito del despertador, no se mueve. Lo llamo en voz alta a la vez que le toco el hombro, pero se hace el remolón. Entonces le digo: "Miguel, hay que levantarse a la hora prevista, ya que pronto nos vendrán a buscar."

Desayunamos en silencio, porque mi hermano no estaba muy hablador, y al poco de terminar llaman a la puerta. Son Silvia, Enrique y Alexandra. Todos estamos emocionados, por lo que en primer lugar le doy un apretón de manos y un abrazo a Enrique, un beso a Silvia y otro a Alexandra. Al sujetarla por los hombros, noto que su cuerpo vibra. La miro a los ojos y veo que una lágrima le recorre la mejilla. Como dentro de un suspiro, nos dice: "Siempre que necesitéis algo, podéis contar con nosotros." La cojo de las manos, que también están temblorosas, y le digo: "No lo dudes, así lo haremos."

Luego, Alexandra se acerca a mi hermano, se abrazan y se sonríen. A continuación, con el equipaje lleno de regalos y las mochilas, partimos felices pero a la vez con una gran nostalgia. Tengo la sensación de que esta será la última vez que los veremos. Para el trayecto nos acompañan una pareja de guardias del equipo de Alexandra, que primero nos van a llevar al embarcadero con el tren y desde allí navegaremos en una barca neumática hasta el puerto des Canonge.

Fin. 

Escrito por: Diego Polo

Capítulos: Capítulo 1 "La Sombra de la Noche", Capítulo 2 "La Búsqueda en Sa Vileta: Entre el Cementerio y la Cripta de los Secretos, Capítulo 3 "Bajo la Lluvia de Incertidumbre: En Busca de la Cripta de los Secretos", Capítulo 4 "El Umbral de la Cueva del Misterio", Capítulo 5 "En las Profundidades de la Mina: Bajo la Guía de la Mano Oscura", Capítulo 6 "La Puerta del Más Allá: Enfrentando la Oscuridad Misteriosa", Capítulo 7 "En Busca de Respuestas: Encerrado en la Habitación de los Misterios", Capitulo 8 "Atrapado en el Tiempo: El Enigma de la Oscuridad y el Encuentro con el Alcalde" , Capítulo 9 Los Custodios de la Oscuridad Eterna: Enfrentando un Complot en las Sombras", Capítulo 10 "Tras los pasos ocultos: Misterios en Sa Possessió", Capítulo 11 "Sombras en la Tormenta", Capítulo 12 "Sombras en la Oscuridad: Prisioneros del Misterio", Capítulo 13 "La Sombra de la Libertad", Capítulo 14 "El Rescate en la Sombra", Capítulo 15 "El Oscuro Complot: Carreras contra el Tiempo" Capítulo 16 "El Asedio Ferroviario: Secretos, Traiciones y Armas de Vapor Sólido", Capítulo 17 "El Asalto al Submarino: Rescate en los Muelles", Capítulo 18 "Traición en el Hangar: El Precio de la Resistencia", Capítulo 19 "El Último Desafío: Entre Sombras y Traiciones”. 

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Notas aclaratorias de interés:

*CUEVA DEL PILAR EN LA VILETA.

Las minas de las Cuevas del Pilar fueron una explotación de extracción de yeso, situada al costado SE de la sierra de Son Camps (cerca de los núcleos urbanos de La Vileta i Son Rapinya en Palma). Estas minas forman  parte de las diversas explotaciones de yeso, –de cielo abierto y galerías– que podemos encontrar en la sierra de na Burguesa (Vicens. D, et al., 2005).

La cronología de las minas del Pilar es confusa. Segun Vicens. D, et al., (2013),  su actividad minera comprende desde 1920 hasta los inicios de la década de los cincuenta. Así mismo, tenemos constancia de la explotación turística de las cuevas en los años treinta. En este sentido, el diario El Correo de Mallorca publicó un anuncio del 20 de octubre de 1934 hasta el 27 de octubre del mismo año, anunciando la venta de los solares de Son Quint, además, de la inauguración de las cuevas del Pilar. Se cree que su  inauguración tuvo lugar entre finales de 1934 y 1936, ya que en una fotografía de la celebración inaugural, el propietario, Josep Ventayol, aparece junto a las autoridades republicanas. Todo apunta que a principios de los treinta se llevaron a término las obras para adecuar las cuevas a las visitas turísticas. Pocos años después de la inauguración, cesó el uso turístico debido al  bajo rendimiento económico, aunque la actividad minera se prolongó hasta los años cincuenta  (Vicens. D, et al., 2005).

Las minas del Pilar constan actualmente de cuatro galerías principales, dos que comunican con las cuevas (Galería des forn i Galería del Pilar), una con la Galería del Pilar (Galeria de s’acollonament) y una más externa con la cavidad (Galeria de sa Trinxera). Un pozo vertical de 15m conecta la Galería del Pilar con la Galería de s’acollonament y una sala al final de la Galería des forn (la Sala des Pou de Ventilació). A parte encontramos otras galerías adicionales, como son la Galería Superior de sa Trinxera y la Galería de l’ínfern.  (Vicens. D, et al., 2013).

TRANSLUCIDEZ
1* A La característica más conocida del "alabastro" es la translucidez, que le posibilita ser utilizado como cristal en pequeñas ventanas.

LA MATERIA OSCURA
2* La NASA anunció la creación de un material más negro que cualquier cosa negra que se les ocurra, capaz de absorber el 99% de la luz ultravioleta, visible, infrarroja e infrarroja lejana. La idea detrás de su creación es la mejora de los telescopios y herramientas de observación del espacio, aunque el material podría utilizarse también en otras áreas.
El material está compuesto de nanotubos de carbono y puede ser fabricado a partir de una serie de sustratos que se comportan bien en el espacio, desde silicio a titanio o acero inoxidable. Funciona atrapando la luz dentro de pequeños espacios entre los nanotubos, que están ordenados en hileras fibrosas verticales 10.000 veces más delgadas que un pelo humano, un poco como una alfombra peluda microscópica. De otro modo, la luz se reflejaría sobre la superficie y rebotaría causando ruido.
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/05/15/baleares/1368609016.html


3* MYOTRAGUS presentaba un tamaño corporal bastante pequeño, unos 50 centímetros de alzada y entre 50 y 70 kilos de peso. Las patas eran proporcionalmente más cortas que en otros bóvidos emparentados y menos flexibles, lo que no debía hacerlos excepcionalmente rápidos. Esto no era un problema grave porque en las islas en que habitaba no existían depredadores salvo algunas aves de presa, a las que sin duda tratarían de dar esquinazo ocultándose entre la vegetación antes que por medio de la huida. Sobre los hombros presentaban una joroba poco pronunciada, mientras que el lomo estaba arqueado en los cuartos traseros. Las patas, al igual que muchos artiodáctilos, tenían cuatro dedos de los que sólo dos se usaban para caminar. La cola era bastante larga en relación al resto del cuerpo.

4* LUSTRACH, el alquimista real.

Sus fiestas fueron conocidas más allá de su propio reino. Así que cuando Juan I de Aragón trasladó su corte a Mallorca, el castillo de Bellver se convirtió en escenario de danzas, recitales de poesía y conciertos. Fue entonces cuando Jaume Lustrach entró en escena. Un alquimista contratado para fabricar oro y garantizar la financiación después de haber acabado con todos los préstamos posibles.
La vida de Lustrach es un completo misterio antes y después de su paso por la Isla. Llegó en 1395 contratado por Juan I, el mismo año en que el rey decidió trasladar la corte a Mallorca para huir de la peste que asolaba la Península. El objetivo era conseguir tanto oro como para convertirse en una suerte de cajero automático. Ya había agotado los créditos de los banqueros venecianos. El monarca impuso una fecha máxima: la fiesta de San Miguel, el 29 de septiembre. Pero también cedió un espacio al alquimista occitano: una pequeña vivienda en lo más alto de la Torre del Ángel, en La Almudaina. Allí se alojó con otros cuatro ayudantes y el séquito de guardias dispuesto para su servicio.

5* EL MARTE.
l origen y el significado de este grupo de esculturas localizadas en Menorca y Mallorca no está nada claro y ha generado gran cantidad de publicaciones y discusiones entre los investigadores. Las primeras interpretaciones proponían que estas estatuillas debieron de ser llevadas a las islas por los honderos balearicos que lucharon como tropas auxiliares del ejército cartaginés en todo el Mediterráneo, pero parece que en los lugares donde estos lucharon no se encuentran paralelos para estas representaciones.
 
 
 
 
 
 

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